Después de cerca de mes y medio de protesta social es claro ver el desgaste y la normalización de la anormalidad. Ambas cosas no son extrañas, son el resultado natural del transcurrir del tiempo.
Sostener por tanto tiempo marchas y manifestaciones no es fácil, es natural el debilitamiento del movimiento y las fricciones internas entre participantes y externas con otros sectores sociales; además la comunidad se va acostumbrando a la situación, y lo que era anormal se va convirtiendo en parte de la rutina diaria.
Así que es necesario no solo renovar el proceso sino establecer el paso a seguir, no solo el mantenimiento de las protestas o el establecimiento de espacios de diálogo y negociación, sino también como este proceso social puede evolucionar en otro espacio social o político, o definitivamente reconocer que solo es una reacción coyuntural que se resuelve con la concertación.
El dialogo y la negociación son procesos lentos y complejos, sujetos a dinámicas que el diverso e incluyente universo que integra la protesta social no puede enfrentar precisamente por su fragmentación y diversidad.
Además el gobierno nacional no pretende negociar, solo ha abierto espacios de dialogo pero sin compromiso real de concertar. El tiempo juega en contra de la protesta y eso es lo que busca el gobernó, que pase el tiempo, se desgaste el movimiento y se diluya.
Esa fue la fórmula que le funciono al gobierno en 2019 y 2020, y aunque en 2021 le ha salido costoso aplicar la misma receta, le apuesta a que obtenga el mismo resultado, resolver la protesta por la vía del desgaste.
Así que la protesta debe decidir el camino a seguir.
Sería descabellado plantear que la protesta se puede convertir en un movimiento político con miras a las elecciones parlamentarias del próximo año, con sus particularidades regionales.
El paso de protesta social a movimiento político no es fácil, pero podría ser un camino que destrabe lo que se está configurando. Otro camino sería el de insistir en la protesta, seguir movilizando la población en las reclamaciones y buscar que las propuestas planteadas sean tomadas en cuenta por el gobierno.
Los antecedentes no son positivos y lo que ahora está sucediendo demuestra el poco ánimo de negociación del gobierno nacional.
A nivel regional y local se han hecho algunos avances pero sin el respaldo de las instancias del gobierno central se debilitan las respuestas estatales.
La situación no es nada fácil para la protesta pues el desgate social y político se va percibiendo, y aunque aun la mayor parte de la sociedad la respalda, la realidad económica de la población la hace muy sensible, y más restricciones y afectaciones van minando el respaldo popular.
El gobierno nacional tiene clara esa situación y el tiempo juega a su favor.
Es momento de estructurar y organizar la protesta a nivel local y regional para establecer plataformas de dialogo sobre necesidades y propuestas que se validen con mandatarios territoriales, que permitan fortalecer y complementar las propuestas nacionales.
Si el gobierno nacional no las atiende, en las elecciones de congreso y presidenciales esas deberían ser los ejes de campaña en el país.
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