El planeta ha sido invadido por las falsas noticias y por las mentiras ciertas.
Siempre hemos tenido y tendremos que lidiar con la incertidumbre, ya sea con la que concibió para la física Heisenberg, o para la economía Knigth, pero la revolución de las redes sociales, si bien no eliminó la falta de certeza en algo, sí ha mostrado su gran influencia en la mente de los ciudadanos, en su mayoría proclives a creer cualquier teoría conspirativa.
En nuestro medio, gran culpa de ello la tiene la pésima educación, con ausencia de enseñanza en el pensamiento crítico, o dicho de manera coloquial, a no tragar entero.
Los colombianos hemos tenido una precaria democracia, reducida a una muy defectuosa democracia electoral, hoy viciada como todo en el país por la corrupción y el narcotráfico.
Hay en la historia electoral relatos de fraude, unos ciertos y otros falsos.
Pero ahora, éste se reserva como segunda opción, pues la primera es la manipulación con noticias falsas difundidas por las redes sociales, los “bodegueros” y algunos periodistas con sueldo pero sin ética, que conquistan la mente ingenua de quien no se detiene a confirmar la fuente o la veracidad de lo afirmado, sino que acepta incondicionalmente lo que favorezca a su líder, quien ya la cautivó emocionalmente, con poca o ninguna argumentación, o acepta también sin verificación todo lo que desfavorezca al opositor.
Los sacerdotes de la mentira promueven la polarización porque es terreno fértil para la manipulación.
Desacreditar las instituciones les sirve para mantenerse en el poder o para cuestiona la victoria del ganador.
Los ejemplos de las campañas de Trump y de Macron debieran obligarnos a restringir desde lo individual a las redes pues de los políticos hay que esperar lo contrario: quitarán las prohibiciones de difusión preelectoral.
El reto es monumental, lo falso nos invadió afectando nuestra salud y haciéndonos adictos a la mentira y a las redes.
Nos está afectando nuestras relaciones e interferirá violentando nuestras decisiones en materia electoral.
Guardo la esperanza de una invasión de seres extraterrestres que se apiaden de nosotros e instauren la noocracia.
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