Hay dos aspectos en los que la senadora Viviane Morales y la diputada santandereana Ángela Hernández coinciden como uña y mugre: su accionar político tiene un sustento religioso de claro tinte homofóbico, y ambas están en el partido equivocado.
Lo de Ángela Hernández es una aberración desde la óptica de la coherencia –aberrante incoherencia, mejor dicho- pues milita en el mismo partido del presidente Juan Manuel Santos (La U) pero actúa como su más enconada rival, a tal punto que en torno al plebiscito hizo causa común con el ex procurador Alejandro Ordóñez por el NO, y no solo reclama como propio ese triunfo, sino que arremete con inusitada virulencia contra el gobierno bajo cuyo aval fue elegida.
En cuanto a Viviane Morales, hago propias las palabras del implacable abogado y brillante columnista Ramiro Bejarano: “como liberal de convicción, debo decir que la permanencia de la senadora Morales en el Partido Liberal hoy es insostenible ideológica y éticamente hablando”.
Así es: tan insostenible resulta la Morales liderando desde la política una cruzada religiosa de corte fascista (tan absolutamente contraria al pensamiento liberal que discrimina hasta a su propia hija lesbiana), como ver a la Hernández trabajando en estrecha simbiosis con el más conspicuo representante de la extrema derecha, Alejandro Ordóñez, a quien hizo condecorar en la Asamblea de Santander con la orden Luis Carlos Galán, pese a que al dirigente liberal lo mataron los paramilitares y Ordóñez los apoyaba, como consta en recorte de prensa con fecha agosto 18 de 1987 donde él dijo que “las autodefensas se ajustan a las normas de la moral social, del derecho natural y de nuestra legislación”. ¿Cuándo fue asesinado Galán? Vaya coincidencia, el 18 de agosto de 1989, exactamente dos años después del manifiesto apoyo de Ordóñez al paramilitarismo, lo cual le da a esa condecoración el carácter de infamia.
¿A qué obedece que, a pesar de asumir posiciones radicalmente opuestas al ideario de los respectivos Partido Liberal y La U, las señoras Morales y Hernández permanecen como miembros activas de esas agrupaciones y no son expulsadas con la deshonra que corresponde a quienes actúan en contravía de sus principios ideológicos? ¿Por qué ni siquiera una sanción, o al menos una cordial invitación a que busquen una agrupación acorde con su visión de derecha clerical, como el Partido Conservador o el Centro Democrático? En este contexto la deshonra es para los partidos que las siguen acogiendo, y su permanencia ahí recuerda a Groucho Marx cuando decía: “Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros…”.
Ellas (y ellos) saben que están ‘durmiendo con el enemigo’, y el motivo es de pragmática conveniencia mutua: expulsarlas significaría perder el inmenso caudal de votos –cada día mayor- que las acompañan, sumado a que su salida las victimizaría y haría ver a quienes aplicaron la medida como unos despiadados machistas, perseguidores de dos cristianas buenas y devotas.
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Sea como fuere, su expulsión se ubicaría dentro de lo políticamente correcto, porque si hay algo más peligroso que un fanático religioso, es un fanático religioso con poder político. Y el peligro se hace mayor cuando no son uno ni dos ni tres fanáticos sino una verdadera horda de pastores evangélicos y cristianos alineados (de pronto hasta pagados) por la extrema derecha, como se vio en los días del plebiscito, cuando inundaron las redes sociales de propaganda negra y pusieron a sus marionetas a sembrar el miedo a la ‘dictadura homosexual’ entre una mayoritaria población ignorante, y así lograron el triunfo del NO. Tan productiva les resultó la estrategia que han reactivado a sus legiones de fanáticos, embaucadores y charlatanes, cual perros rabiosos adiestrados para la guerra, con miras a elegir presidente el año entrante.
De Viviane Morales se pensó que había recibido una merecida derrota en el Congreso con su referendo discriminatorio, pero resucitó al tercer día y logró por persona interpuesta –el magistrado cristiano Carlos Bernal, promovido por ella desde el Senado- torcerle el cuello al acuerdo de paz con un voto definitivo que convirtirá el Fast Track en un paquidérmico Slow Track. ¿Cómo explicar que el liberalismo apoya al gobierno en su propósito de afianzar la paz, pero una miembro de la bancada liberal consigue mediante una ‘ficha’ suya en la Corte Constitucional poner en jaque el acuerdo, y no contenta con lo anterior hace un video donde convoca a sus ‘feligreses’ contra Santos, en acto de retaliación porque este contribuyó a hundir su proyecto de inspiración medioeval?
Dicen que por el desayuno se sabe cómo será el almuerzo, y esto se traduce en que se avecina una campaña electoral cochina (o peor, asquerosa), donde las moralistas Morales y las homofóbicas Hernández y los corruptos Ordóñez y los farsantes Arrázolas usarán de nuevo a Dios como estandarte de su causa fascista, y si el país se descuida nos tendrán tragando de su mierda confesional a partir de 2018, respaldados por esas mismas hordas de ignorantes que votaron por el NO el 2 de octubre y a las que están en capacidad de movilizar para incendiar el país, si la ocasión lo requiere. Sembrarán el caos, para luego aparecer como sus salvadores.
Por todo lo anterior no es posible culminar esta columna diciendo ‘podéis ir en paz’, porque la evidencia demuestra que están al servicio de una mano negra empeñada en impedir que la reconciliación nacional se consolide. Como dije en columna anterior, esas congregaciones religiosas supuestamente practicantes de la caridad cristiana contribuirían de verdad a hacer un mejor país si comenzaran por quitarle la tilde a la palabra AMÉN. Pero en lugar de “amen”, hoy parecen actuar bajo la consigna “odien”.
DE REMATE: Concuerdo con Humberto de la Calle en que el momento exige “una coalición enorme de todos los que estamos defendiendo el proceso y protegiendo una paz que apenas comienza a nacer”. ¿Escucharon Sergio Fajardo, Gustavo Petro, Claudia López, Jorge Enrique Robledo, Clara López y Antonio Navarro, entre otros?