El mundo se hizo pequeño y los colombianos nos hemos hecho grandes. No hay reunión social en que no salga a relucir el éxito de decenas de hijos y nietos que a manera de diáspora latina cosechan triunfos en todas las latitudes del planeta.
De manera frecuente programas radiales y televisivos, pero también los periódicos dan cuenta de personajes que merecen ser entrevistados dada su relevancia en los campos del conocimiento, del arte o del deporte.
Por cuenta de la calidad de muchos deportistas colombianos el orgullo nacional se hincha cada vez con más frecuencia durante las trasmisiones de los eventos deportivos de talla mundial.
Reciente ha sido la emoción al ver el pundonor con el que el ciclista Nairo Quintana afrontó la última etapa del “Giro” italiano.
Algo bien debemos haber hecho en el pasado reciente para que, siendo un país pobre, tan pobre que nuestra economía no alcanza a pesar ni siquiera un entero en el escenario de la riqueza mundial, y aun así, estamos contribuyendo con nuestro talento humano al progreso, a la diversión y a la alegría de la humanidad.
Talento que reside en el exterior, pero también talento que desde nuestra geografía aporta al mundo.
Con ocasión de una planeación estratégica de una institución, el facilitador nos hizo ver que el camino no está haciendo grandes esfuerzos para superar las debilidades, sino que es reconociéndolas, hay que esforzarnos y concentrarnos en mejorar las fortalezas, trabajando en equipo para que con las capacidades de unos cubramos las debilidades de otros.
Si como sociedad adoptáramos esta estrategia de desarrollo y progreso común, si concibiéramos la nación trabajando en equipo, si alejáramos las críticas destructivas con razón y sin ella, si reconociéramos nuestros logros como sociedad y decidiéramos comprometernos en la construcción de la equidad y de la paz, estoy seguro de que los cada día mayores éxitos individuales se trasformarán en un gran triunfo colectivo, en el milagro colombiano.