Por: Ramiro Bejarano Guzmán
Como en los tiempos del laureanismo hirsuto, de nuevo un dirigente político acudió a la violencia verbal como método de oposición. Cuando ya nadie creía que esas expresiones viscerales podían suscitarse, el charlatán de Alejandro Ordóñez Maldonado apareció en un mítin —bien precario por cierto—, con su característica babaza blanca, arengando sandeces a una multitud de histéricos para sacar a Santos, pero “a patadas”. Qué extraña forma de tratar de convencer.
Y ese incitador a los golpes de mano era el hombre que hasta hace un par de meses dizque representaba los intereses de la sociedad. En tan malas manos caímos. Entre Ordóñez y el energúmeno uribista que por internet habló de cinco francotiradores para atentar contra Santos, la única diferencia es que el youtuber sí está preso. Antes no pasó nada más grave mientras este troglodita de Ordóñez estuvo al frente de la Procuraduría, de donde salió porque el Consejo de Estado encontró que su reelección en el cargo había sido una maniobra ilegal, es decir, que lo echaron por corrupto.
El suceso de Ordóñez abogando por la salida cruenta del presidente evidencia lo que es hoy el ejercicio de la política, y de lo que será la próxima contienda electoral. Salvo honrosas excepciones, la actividad pública hoy se ha convertido en una tribuna de gentes vulgares, zafias, sin cultura e información, pues de lo único que saben esos falsos prohombres es de cómo comprar votos el día decisivo. Ya no se oirán discursos memorables, porque no hay quien los pronuncie, pues nuestra más alta dirigencia política ya no se nutre de lecturas densas, ni entre ellos hay escritores siquiera modestos. Son apenas una caterva de furiosos, cuando no unos patanes insoportables.
El expresidente Uribe es el padre de esa nueva corriente “doctrinaria” de convencer gritando e insultando. El daño que sus palabras y gestos siguen causando no tiene nombre, pero en cambio llena de orgullo al séquito de sus cipayos en el Congreso, quienes se sienten cómodos con la infamante actitud de andar detrás del jefe como perritos falderos que se asustan y tiemblan ante él. Y lo que es peor, esa sumisión delante del volcánico patrón luego la transforman en una poderosa máquina envenenada y movida por lenguas viperinas que denigran y calumnian sin contemplación.
Lo más curioso es que quienes hoy viven pregonando que el país se convertirá en otra Venezuela no han advertido que son ellos la imagen y semejanza del arbitrario y ahora extorsionista Maduro. De no ser por la distancia del acento de las intervenciones del acorralado dictadorzuelo venezolano, sus discursos son iguales al talante incendiario que aquí promueven Uribe Vélez, Ordóñez, Londoño Hoyos, María Fernanda Cabal, entre otros intolerantes.
Vamos muy mal, y lo que es más grave, no se avizora que esta situación de permanente zozobra y de creciente conflictividad pueda atemperarse.