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Carta abierta a Humberto de la Calle

Carta abierta a Humberto de la CallePor: Catalina Arroyave R.

 

Medellín, 27 de mayo de 2o18

Doctor

Humberto de la Calle Lombana,

 

Empiezo esta carta confesando que me gustaría decirle Humberto, o don Humberto, y enviarle un mensaje desenfadado, cercano y casi familiar, que con otros candidatos sería inviable. Como sé que usted sabrá entender (tal vez porque leí que fue nadaísta), eso haré.

 

A pesar de que no lo conozca sino a través de pantallas, me siento cercana a usted y, con descaro, me atrevo a escribirle estas palabras, porque luego de escuchar el discurso que pronunció al conocer los resultados de las elecciones en primera vuelta, me pareció que quedó con las impresiones equivocadas sobre la manera de votar de los colombianos, y a pesar de que usted es, sin lugar a dudas, mucho más sensato que la mayoría de los hombres y mujeres de este país, me parece que en este caso falló en su juicio, especialmente en un segmento de su discurso. Déjeme explicarle por qué.

 

En primer lugar, dijo en su pronunciamiento que “no logró convencer a los colombianos”. Las lógicas de los votantes son muy complejas y creo que la falta de votos no se debe a haber fallado en ese sentido.

 

Con su carácter, sus propuestas y su talante honesto, estoy segura de que convenció a muchos colombianos –como una muestra: convenció a todas las personas que me rodean, y mi contexto es diverso en términos políticos–, tal vez por eso escuchó repetidas veces que la gente lo llamaba “el mejor candidato”. Dijo, seguidamente, que no haber ganado era responsabilidad exclusivamente suya, lo cual es falso también. A un postulante para un cargo así lo rodean infinidad de factores y, según mi modesta opinión, fueron esos factores los que probablemente afectaron a los votantes, pero usted fue impecable en esta carrera electoral. También pidió disculpas a quienes confiaron en su propuesta hasta el final por no haber logrado el propósito común, y de ninguna manera su forma de actuar fue reprochable, por lo tanto, está fuera de lugar pedir perdón.

 

La gente que lo rodeaba en su sede de campaña coreaba: “¡Gracias, Humberto!”, y yo puedo asegurarle que ese mismo clamor quisiéramos repetirlo muchos de los nueve millones de ciudadanos que votamos por los candidatos que, categóricamente, prometieron defender el acuerdo que se logró gracias a usted.

 

El voto por esos candidatos es, en gran medida, un respaldo a ese acuerdo.

 

Se lo digo, don Humberto, una gran parte del pueblo colombiano no tiene más que cariño, admiración y respeto por usted, por sus ideas, por su mente abierta, brillante, capaz de sortear la desilusión y la amargura que atraviesan a Colombia.

 

Mi impresión atrevida es que las perspectivas de las encuestas, el “voto estratégico”, las especulaciones, la idea de que este candidato podría llegar a ganar con mayor facilidad frente a este otro y, sobre todo, el disgusto que les produce a los votantes independientes la figura del Partido Liberal, y el miedo a que este pudiera enlodar un gobierno suyo, hicieron que la votación por usted fuera baja (mire no más lo que pasó cuando mencionó al expresidente Gaviria en su sede de campaña).

 

Pero estoy convencida, y por eso me atrevo a escribirle esta carta, de que usted es uno de los mejores líderes de este país.

 

Su lucidez es necesaria para Colombia. La pedagogía que ahora se necesita para conducir el posconflicto solo puede ser guiada por alguien como usted, sobre todo de cara a la población que no tiene acceso a información especializada y queda expuesta a los discursos malintencionados que han promovido quienes quieren menoscabar el acuerdo.

Bien lo dijo en su pronunciamiento: “La paz no puede ser la que nos divida”, y usted es indispensable para que eso no suceda. “Debemos vigilar la implementación de los acuerdos”, pero lo necesitamos a usted para mantener la voluntad firme.

 

Para finalizar este texto, debo decirle que me duele profundamente ver su mirada entristecida, pero don Humberto, sépase respaldado en sus propósitos y, sobre todo, querido por ser un ejemplo de integridad, gallardía y entereza. Yo hace muchos años no escuchaba hablar en un espacio político de la “mística” y solo por ese gesto le agradezco intensamente.

 

Ojalá su espíritu joven se nutra de estas palabras y lleguen para abrazarlo en este momento que parece de derrota, pero como usted sabe, don Humberto, los espíritus jóvenes no se dejan derrotar.

 

 

Con afecto y admiración,

 

Catalina Arroyave R.

 

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