Por: Jaime Calderón Herrera
En Colombia los accidentes de tránsito generan seis mil muertos al año, amén de más de treinta mil discapacitados graves. Las motos están involucradas en el 40% de los casos, causando daño a sus conductores, pasajeros y peatones.
El exceso de velocidad y la embriaguez, son de lejos, las principales causas de accidentalidad.
Tímidos son los esfuerzos para prevenir y casi nulos para castigar los malos comportamientos de conductores de todo tipo de vehículos. Otra vez, el Estado es precario en su presencia y la sociedad huérfana se moviliza caóticamente, sufriendo daños irreparables.
Son pocos los que no han tenido un pariente o un amigo cercano víctima de una moto o de cualquier otro vehículo.
De todos los conductores, los motociclistas son los que más mueren y más se lesionan, pero también, son los que más matan y más incapacitados producen.
Una lógica elemental hace que en los países civilizados, el vehículo más grande respete al más chico y que todos privilegien al peatón por ser éste, el más vulnerable. Entre nosotros funciona al contrario, o mejor, no funciona.
En temporadas decembrinas, son atropellados alrededor de mil peatones colombianos con una mortalidad cercana al 15%, y otra vez, los motociclistas ocupan un lugar destacado en la responsabilidad de los hechos.
Faltan cultura, educación, control, prevención, represión, justicia; es decir, falta todo. Los ciudadanos estamos inermes al vaivén de nuestra suerte.
Las motos son un gran vehículo que requiere de motociclistas responsables. Sólo debieran autorizarse para uso civil motos eléctricas, que no contaminan, no permiten piques, cabriolas, ni excesos de velocidad.
Debe eliminarse la guerra del centavo de los motociclistas mensajeros, pero sobre todo, cada municipio debe exigir a cada uno de ellos, pertenecer a una organización, brindarle educación, incentivos a su buen comportamiento y castigos ejemplares cuando haya lugar.
No tenemos andenes, las cebras y los puentes peatonales no están en el imaginario del ciudadano. Motos, ciclas, peatones, carros, camiones y todos mulas, transitamos como suicidas desvariando.
La movilidad es un tema de vías, de vidas, de salud pública, de convivencia, de cultura. Alcaldes, concejales y organizaciones no gubernamentales deben liderar un proceso de construcción para una movilidad moderna y civilizada, pues el peatón, según carta europea, tiene derecho a vivir en centros urbanos diseñados según sus necesidades y no según las de los automotores.
