Por: Jaime Calderón Herrera
Hace ocho meses al señor Richard Aguilar no se le había pasado por su cabeza ser gobernador de Santander, ni Lucho Bohórquez había imaginado ser alcalde de Bucaramanga. Hoy son los mandatarios elegidos.
¿Qué pasó? Que el candidato Aguilar padre, destituido e inhabilitado por la procuraduría por paramilitarismo y luego apresado por orden de la Corte Suprema de Justicia, debió improvisar a uno de sus ocho hijos. Por los lados liberales, los precandidatos, entre ellos Moreno y Bohórquez, fueron capados, y después de forcejeos, terminó impuesto Cote. Bohórquez terminó de alcalde elegido y Moreno de alcalde encargado. Y Vargas, destituido.
En lo personal, sé que Cote, Bohórquez y Moreno son preparados, experimentados y buenas personas, y me imagino que Aguilar al menos debe ser buena persona. Pero ninguno está donde está por razones válidas, todos son fruto de componendas antidemocráticas, de acuerdos donde priman intereses particulares y no de proyectos políticos con contenidos ideológicos para favorecer a la sociedad.
El escenario de la contienda electoral es un garito, una gallera, donde solo caben los apostadores con su dinero, sus gallos, sus mañas, sus trampas, sus cartas, su osadía y su desfachatez.
El mercadeo político construye, de la mano de los encuestadores, las sensaciones y las motivaciones necesarias para que el electorado acuda a las urnas, sintiéndose otro apostador, aunque en la realidad, elegido con su voto, el gobernante desconozca al elector y con sus equivocaciones, con su sesgo por los patrocinadores , disponga del dinero de todos y tome decisiones que agravan el deplorable estado de nuestra infraestructura, de nuestra educación, de nuestra seguridad, de nuestra convivencia.
Las elecciones están corrompidas desde el inicio hasta el final: tres o cuatro dueños, que se hacen llamar políticos, seleccionan a los candidatos, desconociendo a los partidos y privilegiando sus intereses (económicos). Contratan medios, encuestadores y manipuladores, y con un sector social vulnerable, más otro sector claudicante, más otro manipulado, construyen mayorías engañadas.
Es necesario un hecho político que rompa el nudo gordiano de la corrupción: ¡Votar en blanco reiteradamente!, no solo para repetir el proceso con otros candidatos, sino para canalizar el repudio. Más de cien mil votos de estas elecciones pusieron la materia prima.