Por: Horacio Serpa Uribe
El próximo domingo los colombianos estaremos nuevamente ante las urnas, en ejercicio de nuestro derecho constitucional a elegir y ser elegidos. Será una nueva oportunidad para demostrar el rechazo colectivo a los violentos, los corruptos, los inescrupulosos, los ineptos. Una ocasión para fortalecer la democracia y demostrar que nadie nos va a impedir nuestra capacidad de trazarnos nuestro propio destino.
A pocos días de la histórica jornada electoral, la guerrilla, los paramilitares y el narcotráfico se han envalentonado, haciendo demostraciones de poder armado, económico y político. Quieren demostrar que siguen teniendo la capacidad de incidir en la escogencia de alcaldes, gobernadores, concejales y diputados. Que su voracidad para apropiarse de los dineros públicos y de secuestrar la voluntad popular sigue vigente, a pesar de la acción de la justicia, que mantiene en la cárcel a casi una centena de dirigentes políticos aliados con el paramilitarismo; y de los ataques frontales de la fuerza pública contra las Farc y el Eln, que han significado su derrota política y su debilitamiento militar.
Los paramilitares no cesan en su empeño de aumentar su dominio territorial y empoderar a políticos que se han entregado a su perversa causa. La Corporación Arco Iris y la Misión de Observación Electoral, MOE, han prendido las alarmas al respecto. Muchos municipios son amenazados por la ilegalidad. Los ministerios del interior y de Defensa han tomado nota de las amenazas y adelantan una acción para garantizar la libertad del sufragio. Pero en diferentes poblaciones los actores ilegales se han impuesto a sangre y fuego, y la cultura política ha sido sustituida por la corrupción y la connivencia con el delito. El miedo campea y los fusiles mandan; la libertad vive secuestrada por la guerra. Muchos de los elegidos allí tendrán un pacto con el diablo.
Las Farc han aumentado sus acciones armadas tratando de afectar el proceso, incidir en la agenda informativa y sobrevivir en la batalla mediática, que perdieron hace bastante tiempo, ante la repulsa de la opinión pública. El asesinato de militares en Arauca y otras regiones es un intento por demostrar que siguen en capacidad de actuar contra el Estado y de atemorizar a la nación.
El domingo los colombianos tenemos que levantarnos pacíficamente contra los actores armados, convirtiendo nuestro voto en un mandato ciudadano contra la guerra. Tenemos que votar a conciencia por acabar la larga noche de violencia que nos golpea y nos roba el futuro. Los millones de tarjetones que depositemos tienen que ser un plebiscito contra los ilegales y un llamado a construir una Colombia en paz.
Tenemos que elegir a los candidatos que creen en la seguridad, pero también en la salida política del conflicto armado. En quienes promueven una agenda de defensa de los derechos humanos, justicia social, equidad y solidaridad. En quienes defienden la democracia y la Constitución de 1991. Hay que votar por los capaces, por los honestos. Mi voto será un tributo a los compatriotas que luchan por la paz.