Por: Dario Echeverry Jr.
Es curioso ese concepto de autoregulación. Curioso pero al mismo tiempo inquietante, por lo que puede representar para una sociedad si emprende el camino de aplicarlo. Las sociedades desde sus comienzos han desarrollado normas y leyes para regular la conducta de los individuos, evitando que ocurran excesos y desequilibrios.
Pero la idea de que no sea ya la sociedad, con sus instituciones y normas, la que regule el comportamiento de sus integrantes sino que sean ellos mismos los que lo hagan, es amenazador y al mismo tiempo portentoso.
Para que la auto regulación sea una realidad se debe partir de un fuerte y consolidado cuerpo de principios y valores éticos y morales, universalmente compartidos por los miembros de una comunidad, que permitan el referente indispensable para que cada individuo pueda auto regularse. Pero lamentablemente esta estructura básica no existe en nuestra sociedad, al menos no universalmente compartida. Es decir cada ciudadano tiene una serie de principios éticos y morales básicos pero que no son los del resto de la comunidad, muy a pesar que la población ha tenido una educación religiosa, a pesar de las diferencias de los cultos, y cívica-ciudadana más o menos común.
El problema puede radicar en que la sociedad moderna, basada en el consumo y que privilegia al individuo sobre el colectivo, provoca que los principios y valores éticos y morales se afecten por las prioridades de cada persona, es decir, cada uno de nosotros pone primero el interés o el beneficio personal sobre cualquier cosa, así sean sus principios o el beneficio común.
Así las cosas la autoregulacion es otra utopía social, otro deseo colectivo aplazado, y se seguirán necesitando leyes y normas que regulen cada aspecto de la vida, además de la amenaza del uso de la coerción indispensable para su cumplimiento.
Pero creo sinceramente que se debe iniciar ese camino, de empezar a autoregularnos, de volvernos ciudadanos conscientes y responsables. Este tipo comportamiento no puede seguir aplazándose. Ese dicho que dice que el que peca y reza empata, y muchos más derivados de este tipo de flexibilidad ética y moral, no puede ser un referente ni ciudadano ni social. Si queremos crecer como ciudad y como comunidad, todos los individuos deben pensar en el colectivo antes que en el individuo, autoregularse para que en vez de buscar el bienestar individual perseguir la prosperidad social. Y esto debe aplicarse en cada aspecto de la vida, como al andar en las calles, en los parques, al pagar impuestos, al votar.