Por: Darío Echeverry Jr.
Todas las actividades humanas son cuestionadas y es posible ver las críticas que se le hacen a los médicos, abogados, policías, por solo mencionar algunas profesiones, pero no hay tanto consenso como en torno a la mala imagen de los políticos. Y no es para menos, pues es posible apreciar en los medios de comunicación o en las conversaciones en las esquinas y cafés como pululan las acusaciones y los señalamientos en la que están envueltos políticos, que se confirman con los casos de corrupción y las sentencias judiciales que los acompañan.
El político es lo que algunos llaman un mal necesario, pues las sociedades necesitan personas especializadas en la conducción, administración o gobierno del Estado. Las estructuras sociales como la nuestra, que cada día se hacen más complejas, necesitan políticos, así como necesitan cardiólogos, ingenieros hidráulicos o agrónomos.
Es necesario indicar que la ciudadanía es un ejercicio político pero no todos los ciudadanos optan por la política como actividad de tiempo completo, lo que hace necesario que existan los profesionales de la materia, los políticos. Y no es fácil ser político. Las dificultades están por doquier. Más aun a aquellos políticos que se postulan como candidatos en elecciones, pues vale la aclaración de que hay algunos casos de políticos que no se presentan a comicios pero que desempeñan importantes roles en los partidos politicos o en los gobiernos. Para aquellos políticos que se presentan como candidatos el trabajo es duro. Hay que buscar votos en un ejercicio similar al de un predicador o un vendedor, que por calles, parques y aun puerta a puerta intenta primero que lo escuchen y después convencer. No es fácil ninguna de las dos cosas, la indiferencia y a veces hasta la grosería son pan de cada día, y la certeza de que fue escuchado o que ha logrado convencer es incierta hasta el día de las elecciones.
Además a todos los políticos se les cobran los errores de otros políticos, del mismo partido o de otros, presentes o pasados, en absurdas generalizaciones que obligan a malabares para sortear el dedo acusador del ciudadano. Y esto va acompañado del escepticismo acerca de las propuestas y de su cumplimiento. Además de las consabidas referencias en voz baja acerca de corrupción. Pero a pesar de eso las peticiones de la ciudadanía de trabajo y de ayudas a los políticos no faltan, en un extraño círculo donde la ética se flexibiliza de acuerdo al bienestar de cada ciudadano.
Así mismo, es posible ver como la comunidad se queja de que solo se ven a los políticos en época de campaña, pero la dinámica de la práctica política es así, los políticos necesitan de los votos y, al menos en teoría, luego ejecutan lo que le propusieron al electorado, pero no pueden mantenerse en campaña en el ejercicio del cargo.
A pesar de todos estos problemas, en cada elección siempre hay nuevos ciudadanos que se matriculan como políticos, además de viejos que quieren repetir o regresar. La profesión lejos de desaparecer se renueva a pesar del escepticismo y el descredito. La necesidad que tiene la población de liderazgo político es innegable, lo que implica entender cómo funciona para superar sus dificultades.