Por: Lorena Rubiano Fajardo
No se puede pedir a la juventud que se aparte de las drogas y al mismo tiempo, meterle licores duros como panacea para ser brillante, atlético y atractivo. (Belén Boville Luca de Tena)
Regresando a la universidad, a seguir mis estudios de derecho he querido expresar algunas opiniones sobre el espinoso y candente asunto de la mal llamada “legalización” de las drogas.
No es fácil abordar este tema de la “no prohibición”, sin hablar del derecho al desarrollo de la personalidad, del derecho a la autodeterminación , el derecho a la privacidad del ser humano y las limitaciones del estado para entrar a regir la vida íntima, de sus asociados.
Es hora de abrir el debate, sobre el consumo de las drogas y hacer el análisis con altura, perdiéndole el miedo a la discusión y sin que se nos tilde de defensores del consumo. Tenemos que oír a la academia, tener en cuenta todas las opiniones y conceptos tanto a nivel nacional como internacional, para poder llegar a unas conclusiones que interpreten el sentir de todos los Colombianos. Es obvio que en toda esta discusión se debe involucrar al mayor consumidor del mundo y al ahora mayor productor de marihuana: Estados Unidos.
Si revisamos las historias de las guerras y su financiación siempre vamos a encontrar que estas se han nutrido en el narcotráfico. Como se financiaron los contras en Nicaragua? Como se financia la guerrilla en nuestro país? No es esta una razón de peso para acabar el negocio, pasándolo a un tratamiento pedagógico y médico? Cuántos años lleva la norma prohibicionista tratando de acabar con el narcotráfico sin poder mostrar resultados satisfactorios a pesar de los miles de millones de dólares que utilizan con ese fin y como respuesta a ese contundente fracaso es que vamos a utilizar toda nuestra fuerza pública para llevar a la cárcel a miles de consumidores habituales o sociales. Debemos trazar toda una política antidrogas pero desde la cuna familiar, desde colegios y universidades y desde el punto de vista médico.
La gran guerra no debe ser contra el consumidor, sino contra el narcotráfico, pero con metas específicas, para no estar en los próximos cien años, en lo mismo y cada vez con más y más gastos multimillonarios para obtener pírricos triunfos. Hasta qué punto el uso de las drogas es parte inherente al ser humano? Debe el estado intervenir en esas decisiones de cada persona? Que hace más daño a la sociedad, a la seguridad y a la tranquilidad ciudadana, la prohibición o la no prohibición? Debemos estudiar qué pasaría si se le quita la etiqueta de ilegalidad al consumo, que solo afecta a quien la consume, mientras la prohibición y la guerra hacen que toda la población este expuesta a la violencia que esta genera.
Estudiemos la no prohibición que nos abriría un inmenso campo de posibilidades y alternativas de reducir la violencia, la corrupción, el armamentismo y el perjuicio que nos están causando los narcotraficantes con las grandes cantidades de plata que ganan por este concepto y conducirá a que la sociedad aprenda a convivir con las drogas, tal y como lo ha hecho con el alcohol y el tabaco, cuyo consumo es prohijado e impulsado por el mismo estado.