Por: Horacio Serpa Uribe
No es fácil vaticinar qué pasará en 2010. Son muchas y trascendentales las decisiones que el país deberá tomar en los próximos días. La liberación de los secuestrados, la elección presidencial, las relaciones con Venezuela, el manejo de las bases militares al servicio de los Estados Unidos, la superación de la crisis económica, son algunos de los temas que marcarán el destino común por varios años.
La liberación de los secuestrados en poder de las Farc, es un tema que avergüenza a Colombia y preocupa a los países amigos. 12 años de plagio, en medio de las más horribles condiciones, han significado una cadena perpetua para quienes vistieron el uniforme militar para honrar a la patria y no han encontrado la libertad.
Las Farc han pagado un alto costo por ese enorme error político, militar y estratégico. Derrotadas políticamente, aisladas internacionalmente, arrinconadas militarmente, replegadas y convertidas en una pesada carga, son un lastre histórico. Liberar a los secuestrados y actuar en el marco del DIH, sería un primer gran paso en el camino de la paz y la democracia.
Anhelamos que en enero próximo pueda regresar a casa el hijo del profesor Moncayo, a quien la libertad le ha sido esquiva a pesar de los anuncios del fin de su drama. Con su salida de ese infierno, debería comenzar el capítulo final de la pesadilla en la que las Farc metieron al país y activaron el gen recesivo de su autodestrucción.
La elección de un Congreso digno y un nuevo Presidente serán los hechos más importantes de 2010. Colombia tiene que superar la larga noche de horror de la parapolítica, delito considerado de lesa humanidad por la Suprema Corte.
Sería un craso error que el país no aprendiera la lección y brindara acogida a quienes hicieron pactos con el diablo y doblegaron su voluntad a las motosierras y las fosas comunes. Las escalofriantes verdades que se han conocido en los procesos de justicia y paz de la Fiscalía aterran al mundo entero, menos a Colombia. Los paramilitares han revelado sus métodos de exterminio, similares a los nazis, y las cifras de víctimas aumentan todos los días. Y aún así, no se conoce toda la verdad y faltan muchos nombres de ideólogos, financiadores y responsables de crímenes atroces.
Del buen tacto, la mesura e inteligencia como manejemos las relaciones con Venezuela y los demás vecinos dependerá la paz y la prosperidad de Colombia. 2010 debe ser el año en que prime la diplomacia sobre la incontinencia verbal. Necesitamos más integración latinoamericana, acatando el mandato de la Carta de 1991, y menos alineamiento extremo con Estados Unidos. Las siete bases militares tienen que ser explicadas con argumentos creíbles. La táctica del avestruz o la del chico malo del vecindario, poco sirven a estas horas. Venezuela es un socio esencial en nuestra balanza comercial, es mejor Chávez de amigo que de enemigo.
2010 será un año de cambios profundos. Luchemos porque sea el año de la paz.