En 1982, durante el rodaje de la emblemática película Érase una vez en América, Robert De Niro se encontraba en Roma inmerso en su papel bajo la dirección del legendario Sergio Leone.
Una serie de eventos inesperados culminaron en una inolvidable cena que reuniría a algunas de las personalidades más influyentes del siglo XX en un pequeño restaurante italiano llamado Checco il Carettiere.
Gianni Russo, conocido por su papel en El Padrino, recibió una llamada de De Niro una noche en la que ambos estaban en Roma. De Niro preguntó a Gianni sobre sus planes para la noche, a lo que Gianni respondió que iba a cenar con el gigantesco ícono del boxeo Muhammad Ali.
La voz de De Niro se llenó de sorpresa y admiración al escuchar el nombre de su ídolo de toda la vida, Muhammad Ali, y enseguida expresó su ferviente deseo de unirse a ellos para la cena.
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Sin embargo, los planes de De Niro se vieron inicialmente frustrados por una llamada de Sergio Leone, quien recordó a De Niro sobre una importante reunión prevista para esa noche con el objetivo de definir algunas escenas cruciales para la película.
A pesar de la insistencia de Leone, Gianni dejó claro que solo tenía planes para cenar con Muhammad Ali, lo que despertó un inmenso interés en Leone.
Al enterarse de la oportunidad de compartir una cena con el legendario boxeador, Leone también quiso unirse a ellos, posponiendo la reunión que inicialmente iba a tener lugar esa noche.
El último en sumarse a la singular velada fue nada más y nada menos que Gabriel García Márquez, el célebre autor colombiano y ganador del Premio Nobel de Literatura. Márquez se encontraba en Roma para cenar con De Niro y Leone, pero al enterarse de que la reunión se había cancelado debido a una cena con Muhammad Ali, no dudó en sumarse a la ocasión.
Así, se reunieron en Checco il Carettiere, un restaurante conocido por su ambiente íntimo y auténtica cocina romana.
La cena se convirtió en una noche mágica, marcada por historias, risas y un profundo respeto hacia la carrera de Muhammad Ali. Los cuatro hombres, cada uno una leyenda en su propio campo, se transformaron en niños curiosos y ávidos de conocimiento mientras Ali relataba anécdotas de sus icónicos combates y de su vida tanto dentro como fuera del ring.
Muhammad Ali, conocido tanto por su ingenio como por su talento en el boxeo, cautivó a sus compañeros de mesa con relatos de sus batallas más difíciles, de las luchas por los derechos civiles y de su vida personal.
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Los presentes en la mesa escucharon con asombro y admiración, compartiendo risas y momentos de reflexión profunda sobre los desafíos y triunfos que Ali había enfrentado a lo largo de su vida.
Al final de la noche, De Niro, Márquez, Leone y Gianni se despidieron con una sensación de haber vivido una experiencia única e irrepetible.
La cena no solo fue una oportunidad para compartir una comida, sino un encuentro de mentes brillantes, un ejemplo de cómo las pasiones y las historias pueden unir a las personas de diferentes caminos de la vida.
Esta cena quedó registrada en la memoria de cada uno de los presentes, y se convirtió en un momento emblemático que representa el poder de la admiración, la curiosidad y la camaradería.
En retrospectiva, esa noche fue más que una mera coincidencia; fue el encuentro de titanes, donde las artes y los deportes se entrelazaron para crear un momento de pura magia y humanidad.
La historia continúa siendo contada, recordando la noche en que Robert De Niro, Gianni Russo, Sergio Leone y Gabriel García Márquez se convirtieron en niños nuevamente, sentados alrededor de una mesa, maravillados por las palabras y la presencia de un hombre que había trascendido su deporte para convertirse en un icono mundial.
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