Inicio Ed. Medio Mag Diana Jiménez: ¡Qué tristeza de diputada que tenemos!

Diana Jiménez: ¡Qué tristeza de diputada que tenemos!

No podemos seguir tolerando que quienes deberían representarnos nos den la espalda y además pretendan heredar sus cargos entre hermanos, como si la política fuera un negocio familiar. No. La política debe ser servicio, compromiso, y responsabilidad. Y quienes no entienden eso, simplemente no deberían estar en ella.

En un momento en el que el pueblo más necesita voces firmes y decididas que lo representen y lo defiendan, ella opta por el silencio más vergonzoso. 

Mientras el gobernador Juvenal Díaz planea imponer otro impuesto, esta vez disfrazado en el recibo de la luz —un golpe directo al bolsillo ya afectado de los santandereanos—, la diputada guarda un silencio cómplice. 

No hay un pronunciamiento, una crítica, ni siquiera una mínima expresión de inquietud. Simplemente se mantiene callada, como si nada ocurriera.

Y no solo es su silencio el que decepciona, sino también su actitud pasiva frente a quienes promueven estas políticas dañinas. En lugar de enfrentar al gobernador o al menos marcar una diferencia con su postura, Diana Jiménez lo acompaña sonriente a sus eventos públicos. 

Da la impresión de que aprueba todo, de que está completamente alineada con los intereses del poder y no con los del pueblo que la eligió. 

¿En qué momento olvidó para quién trabaja? Porque no fue elegida para hacerle barra al gobernador, sino para representar con dignidad a quienes confiaron en ella.

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Como si fuera poco, ahora nos sale con su hermano, Erwin Jiménez, quien ha anunciado su intención de llegar al Congreso

¿Y cuál es su mérito? Según él mismo, es un “estratega de la politiquería”. Es decir, se presenta como experto en mover fichas, en manipular, en negociar favores, en todo menos en construir propuestas. 

No tiene ideas, no tiene visión, no tiene un proyecto para el departamento ni para el país. Sólo tiene ambición. Y eso, lamentablemente, parece ser suficiente para algunos en esta clase política decadente.

Estamos frente a un fenómeno preocupante: el intento de consolidar un clan familiar dentro de la política local, una especie de dinastía sin principios ni propuestas, sostenida únicamente por el clientelismo y el uso del dinero. 

Se valen de recursos, de favores, de promesas vacías, para seguir ganando espacios en las instituciones. No hay debate, no hay defensa del interés colectivo, no hay valores. Solo hay estrategia para mantenerse en el poder y vivir del erario público.

Y mientras tanto, el pueblo sigue sufriendo. 

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Las tarifas aumentan, los servicios se deterioran, la inseguridad crece, el desempleo azota, y nuestras supuestas “representantes” callan. La diputada Diana Jiménez ha fallado estrepitosamente en su papel. No ha sabido ni querido alzar la voz. Y lo peor es que pretende que su familia se perpetúe en el poder para seguir administrando los hilos de la politiquería.

¿Ese es el liderazgo que queremos? 

¿Ese es el modelo que debemos permitir? 

Una diputada ausente en las luchas del pueblo, que no se pronuncia frente a abusos, que se acomoda, que se mimetiza entre los poderosos, y un hermano que cree que con mañas se gana el derecho de legislar

El departamento de Santander merece algo mejor. Merece líderes honestos, valientes, con ideas claras, que defiendan al ciudadano, que tengan una visión de futuro, no simples operadores de maquinaria electoral.

Es hora de despertar, de cuestionar, de exigir rendición de cuentas. 

No podemos seguir tolerando que quienes deberían representarnos nos den la espalda y además pretendan heredar sus cargos entre hermanos, como si la política fuera un negocio familiar. No. La política debe ser servicio, compromiso, y responsabilidad. Y quienes no entienden eso, simplemente no deberían estar en ella.


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