El análisis realizado por nuestra mesa de trabajo sugiere una serie de dinámicas políticas complejas en Venezuela y Colombia que reflejan patrones de manipulación y control político.
Nicolás Maduro ha utilizado su poder de manera similar a cómo lo hizo en su momento con la “Seguridad Democrática” Álvaro Uribe en Colombia, asegurando su reelección a través de mecanismos que podrían considerarse anti democráticos.
En el caso de Maduro, esto ha implicado el control de las instituciones estatales, incluyendo el poder judicial y electoral, para garantizar resultados favorables.
Dicen que Maduro es un dictador. Pero también dicen que Elmudo González ganó en elecciones libres. Ningún dictador hace elecciones libres. Entonces, ¿Maduro es dictador o no es dictador?
— GUSTAVO GONZALEZ GONZALEZ (@tavo2366) January 11, 2025
Vaya paradoja.
El caso de Alvaro Uribe Velez
La comparación con Uribe es pertinente porque este último, durante su mandato, también manipuló las reglas del juego político para permitir su reelección directa y luego a través de sucesores, utilizando figuras como Juan Manuel Santos – quien lo terminó traicionando – y su fiel maletero Iván Duque, para consolidar su poder.
Ambos líderes han usado estrategias como la intimidación, la cooptación y la manipulación de la legislación para mantenerse en el poder, lo que ha minado la confianza en las instituciones democráticas de sus respectivos países.
Las elecciones en Venezuela, tanto para Edmundo González Urrutia como para Nicolas Maduro, han sido cuestionadas ampliamente en términos de su transparencia y libertad.
La intervención externa, ya sea por parte de fuerzas internas o de actores internacionales, ha jugado un papel crucial en la determinación de los resultados electorales.
Ambos candidatos, consciente o inconscientemente, participan en un sistema electoral que no cumple con los estándares internacionales de democracia.
Esto sugiere una complicidad o al menos una aceptación de las condiciones impuestas, donde la posibilidad de una elección libre y justa es prácticamente nula.
Los mismos que creían que Maduro no se iba a posesionar son los mismos que creen que Bukele es un demócrata, que Milei es un buen economista, que Rusia está perdiendo la guerra en Ucrania y que Israel es la víctima.
— Juan el Mestizo (@elmestizojuan) January 10, 2025
La falsa indignación de la derecha colombiana
En cuanto a la indignación de la derecha colombiana, se observa un patrón donde el enfoque principal no es necesariamente la situación humanitaria o democrática en Venezuela, sino más bien un ataque político contra Gustavo Petro y su administración.
Este interés parece ser más estratégico que humanitario, utilizando la crisis venezolana como un punto de crítica y comparación para deslegitimar las propuestas de cambio de Petro.
La derecha colombiana ha adoptado una postura beligerante, no solo contra las políticas de Petro, sino también contra cualquier intento de reforma que pueda desafiar el status quo establecido durante las administraciones anteriores.
Este enfoque revela más sobre la política interna colombiana que sobre una preocupación genuina por la democracia en Venezuela.
Tanto en Venezuela como en Colombia, vemos cómo la política se ha convertido en un juego de poder donde la democracia y los derechos humanos a menudo quedan relegados a un segundo plano.
Nicolas Maduro, al igual que Alvaro Uribe en su momento, han manipulado el sistema para su beneficio, mientras que en Colombia, la crítica a la situación venezolana se utiliza principalmente como un arma política para desestabilizar a los opositores internos.
Esta dinámica no solo afecta la estabilidad política de ambos países sino que también tiene implicaciones más amplias para la democracia en la región.
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