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A la derecha colombiana no le interesa el pueblo venezolano, nunca le interesó

La política exterior de Colombia bajo el liderazgo de Gustavo Petro representa un cambio positivo y necesario. Frente a los intentos de desestabilización provenientes de la derecha, es fundamental que se mantenga el camino del diálogo y la cooperación. Los pueblos de ambos países merecen un futuro de paz y prosperidad, no uno de confrontación y desesperanza.

A la derecha colombiana no le interesa el pueblo venezolano, nunca le interesó

Es evidente que a la derecha colombiana nunca le ha interesado realmente el bienestar del pueblo venezolano. Su retórica de supuesta preocupación por la crisis humanitaria en el vecino país no es más que una máscara que oculta sus verdaderos objetivos: la ruptura total de las relaciones bilaterales, el caos, la violencia y el aprovechamiento político de la desgracia ajena.

La relación entre Colombia y Venezuela ha estado marcada por tensiones históricas que, en gran medida, han sido alimentadas por intereses políticos particulares. 

El propósito detrás de esta estrategia es claro. 

Al fomentar el colapso en las relaciones entre ambas naciones, la derecha busca desencadenar crisis migratorias masivas, bloqueos económicos, hambre y desesperación, con el fin de generar un clima de incertidumbre que pueda ser atribuido al gobierno de Gustavo Petro

Posteriormente, estas mismas fuerzas políticas se presentarían como los «salvadores«, buscando capitalizar electoralmente la crisis que ellas mismas ayudaron a fomentar.

Sin embargo, esta estrategia no es nueva. 

Durante años, los sectores más conservadores de la política colombiana han abogado por políticas de intervención y bloqueos económicos contra Venezuela, políticas que, una y otra vez, han demostrado ser ineficaces y profundamente dañinas para los pueblos de ambos países. 

El pueblo venezolano no necesita más aislamiento ni sanciones; lo que necesita es un entorno propicio para el diálogo, la cooperación y el desarrollo económico mutuo.

Bajo el liderazgo del presidente Gustavo Petro, la relación entre Colombia y Venezuela ha tomado un rumbo diferente. Petro ha apostado por una política de diálogo, respeto mutuo y cooperación económica. 

Gracias a esta visión, los avances en materia de comercio bilateral, exportaciones e intercambios económicos han sido significativos, y cualquier intento por socavar estos progresos solo traerá más pobreza y desesperanza a ambos lados de la frontera.

El presidente Petro ha demostrado un manejo inteligente y equilibrado de esta situación. 

A diferencia de sus predecesores, que en su mayoría optaron por seguir agendas externas e intervencionistas, Petro ha entendido que la manera de Colombia ayudar a resolver los problemas en Venezuela es a través de una diplomacia activa y constructiva. 

Este enfoque no solo beneficia a ambos países económicamente, sino que también contribuye a estabilizar una región históricamente golpeada por el conflicto y la desigualdad.

Es importante recordar que, según la Constitución Política de Colombia, corresponde al Presidente de la República dirigir las relaciones internacionales. 

Este mandato constitucional otorga a Petro la autoridad y el deber de buscar siempre el bienestar de los colombianos y mantener relaciones sanas y productivas con los países vecinos. 

La unidad nacional, simbolizada por la figura presidencial, es un valor fundamental que debe ser respetado por todos los sectores políticos, incluso aquellos que buscan sembrar el caos para obtener beneficios electorales.

La crítica hacia la derecha colombiana 

La crítica hacia la derecha colombiana no es una cuestión ideológica, sino un llamado a la coherencia y a la responsabilidad política. Los pueblos de Colombia y Venezuela merecen líderes que trabajen por su bienestar, no políticos que busquen beneficiarse del sufrimiento ajeno. 

Petro ha reafirmado su compromiso con los valores democráticos, la integración regional y la justicia social, y este enfoque debe ser apoyado y defendido.

La política exterior de Colombia bajo el liderazgo de Gustavo Petro representa un cambio positivo y necesario. Frente a los intentos de desestabilización provenientes de la derecha, es fundamental que se mantenga el camino del diálogo y la cooperación. 

Los pueblos de ambos países merecen un futuro de paz y prosperidad, no uno de confrontación y desesperanza. Petro ha demostrado que otra forma de hacer política es posible, y por el bien de todos, es imperativo que siga por este camino.


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