Los discursos de ciertos políticos suelen ser un ejercicio retórico cargado de paradojas y contradicciones que, a menudo, pasan desapercibidas bajo la sombra de mensajes emotivos y el uso estratégico de símbolos religiosos.
En este sentido, María Elvira Salazar, una figura influyente en la política estadounidense, es un ejemplo que ilustra cómo la religión y la retórica de la «libertad» pueden emplearse para justificar acciones que, en la práctica, perpetúan la opresión y la desigualdad, tanto en América Latina como en su propio país.
Salazar, conocida por su fervor religioso y sus posturas conservadoras, con frecuencia aparece en público haciendo referencia a sus creencias cristianas.
Para muchos, esto evoca imágenes de devoción y compromiso con los valores de la fe, como la paz, el amor al prójimo y la justicia social.
Sin embargo, la paradoja se hace evidente cuando sus acciones y discursos son examinados en detalle.
La «libertad» que promueve en el contexto de América Latina se presenta como una lucha por liberar a los pueblos de la opresión de dictaduras y gobiernos corruptos.
Pero esta misma libertad, en la práctica, se traduce en apoyar sanciones, bloqueos económicos y, en última instancia, intervenciones que terminan causando sufrimiento y muerte a las poblaciones más vulnerables.
Díaz-Canel, Maduro y Ortega deben tener pesadillas. Con Trump en la Casa Blanca y Marco en el Departamento de Estado, saben que los días de sus dictaduras están contados.
— María Elvira Salazar 🇺🇸 (@MaElviraSalazar) November 12, 2024
Ya se respiran aires de libertad. Es hora de extirpar el cáncer del socialismo.
¡AHORA EMPIEZA LO BUENO!
La contradicción no termina allí.
Mientras se posiciona como una defensora de la libertad, Salazar ha promovido políticas que restringen las libertades fundamentales de ciertos grupos dentro de los Estados Unidos.
Su postura contra la inmigración y la estigmatización de comunidades musulmanas son ejemplos de cómo el discurso de protección y seguridad nacional se transforma en una herramienta de discriminación.
Al mismo tiempo, apoya medidas que limitan el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos, prohibiendo el aborto y coartando la autonomía reproductiva.
Estas acciones revelan un enfoque selectivo y contradictorio de la libertad: un concepto que defiende en la teoría, pero que en la práctica aplica solo a ciertos sectores de la sociedad, excluyendo a quienes más necesitan protección y derechos.
El uso de la religión como escudo moral también agrava la paradoja.
Sus constantes menciones de Dios se convierte en un símbolo que parece querer otorgar legitimidad a políticas que, al ser analizadas desde los principios cristianos de misericordia y solidaridad, se tornan incompatibles.
Bajo este manto de religiosidad, las intervenciones económicas y políticas en América Latina, justificadas en nombre de la lucha contra el socialismo o la «defensa de la democracia«, dejan un rastro de miseria en países que ya están debilitados por la desigualdad y la inestabilidad.
Las sanciones económicas y los bloqueos impuestos a estos países son ejemplos concretos de políticas que impactan directamente en la vida de las personas comunes, que ven limitadas sus oportunidades de acceder a alimentos, medicinas y recursos básicos.
Desde la comodidad de su mansión en Miami, Salazar y otros políticos que promueven estas posturas observan las consecuencias de sus decisiones a través de la televisión, a salvo del caos que contribuyen a generar.
Ni ella ni su familia experimentarán el miedo o el dolor que padecen aquellos que viven en las zonas afectadas por estas políticas.
La disonancia es aún más evidente cuando, al mismo tiempo que aboga por la «libertad» de los pueblos oprimidos en América Latina, en su propio país persigue y reprime movimientos sociales y sindicales que buscan mejoras laborales y sociales.
Prohibir la enseñanza de ciertos aspectos de la historia, la restricción de la educación sobre género y la oposición a la legalización del consumo recreativo de la marihuana son ejemplos de cómo la narrativa de la libertad se aplica de forma parcial e interesada.
El discurso de Salazar y de políticos similares refleja un uso oportunista de la religión y de la idea de la libertad, aplicándolas de manera selectiva para justificar agendas políticas que perpetúan la desigualdad y limitan los derechos de amplios sectores de la población.
La paradoja radica en que, mientras se alza la voz por la libertad en tierras extranjeras, las políticas promovidas en casa y en el extranjero contribuyen a limitar las verdaderas libertades de millones de personas, todo mientras ella y sus allegados se mantienen seguros y cómodos en su entorno privilegiado.
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