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¿Debe el progresismo apoyar a Maria Corina en Venezuela?

Aunque Maduro, con su tiranía e  incompetencia, es el peor ejemplo de lo que debe ser un progresista, apoyar lo que representa Maria Corina no puede ser la solución a la situación que atraviesa Venezuela 

Un político progresista se define por su compromiso con la justicia social, la igualdad de oportunidades, la inclusión, y la protección de los derechos humanos. Estos valores están en directa oposición a las ideas de la derecha, que tiende a promover la exclusión, el autoritarismo, y la supremacía de ciertos grupos sobre otros. 

Votar por la derecha que representa Maria Corina implicaría traicionar estos principios fundamentales y legitimar una agenda que va en contra del bienestar general y los derechos de las personas.

La derecha, históricamente, ha sido responsable de políticas de represión, xenofobia, racismo, y violencia contra minorías. 

Estas políticas no sólo erosionan la cohesión social y el respeto mutuo, sino que también pueden llevar a la erosión de las instituciones democráticas, algo que un político progresista, comprometido con la expansión y protección de los derechos democráticos, no puede apoyar.

Además, apoyar a la ultra derecha podría significar un retroceso en los avances logrados en derechos laborales, derechos civiles, y políticas ambientales, entre otros. 

Estos avances son pilares fundamentales para una sociedad progresista y equitativa. Por lo tanto, votar por una ideología que los amenaza sería contrario al propósito de un político progresista y a la responsabilidad que tiene hacia sus electores y la sociedad en general.

¿Qué pasa en Colombia con algunos sectores de centro que apoyan a Maria Corina?

Sin lugar a dudas, Maria Corina Machado es la política internacional de moda, anda en la cúspide de la ola mediática, gracias a sus posturas frente al gobierno de Nicolas Maduro. Para amplios sectores de la derecha latinoamericana, su candidato Edmundo Gonzalez fue el ganador de las elecciones. 

Todo lo anterior coloca a la derechista Maria Corina en la mira de ciertos grupos que han hecho del oportunismo político su bandera electoral, y en contravía de cualquier antecedente ideológico hoy la apoyan, sin embargo curiosamente también apoyan a la progresista Kamala Harris a la presidencia de Estados Unidos, todo un contrasentido ideológico, pero ambas en la cúspide de la ola mediática. 

Políticos como estos, sin ideología, carecen de un compromiso real con principios o valores específicos y representan una de las mayores amenazas para la integridad democrática. 

Estos personajes no están motivados por un deseo genuino de servir al bien común, sino por la ambición personal de mantenerse en el poder y a la vista del público. 

Para ellos, las olas mediáticas no son más que oportunidades para ganar visibilidad, manipular la opinión pública y asegurar su relevancia, sin importar las consecuencias para su electorado o la coherencia de sus acciones.

Estos personajes se caracterizan por su falta de coherencia y su capacidad para cambiar de postura según lo dicten las circunstancias. 

Si bien pueden adoptar diferentes banderas ideológicas según lo que sea popular en el momento, en realidad, sus decisiones están guiadas por el cálculo político más que por una verdadera convicción. 

Esto l@s convierte en figuras camaleónicas que se adaptan a las tendencias del momento, sacrificando la sinceridad y la responsabilidad en favor de su propia supervivencia política.

Engañar al electorado se convierte en su herramienta central. 

A través de promesas vacías, retórica populista y la manipulación de las emociones de la gente, logran construir una imagen de cercanía y compromiso que no tiene sustento en la realidad. 

A menudo, recurren a simplificaciones y slogans atractivos que esconden la falta de profundidad en sus propuestas y la ausencia de un plan claro para abordar los problemas que realmente afectan a la sociedad.

El daño que causan es profundo. Al priorizar su propia permanencia en el poder por encima de los intereses colectivos, erosionan la confianza en las instituciones democráticas y en el sistema político en general. 

Los ciudadanos, al darse cuenta de la manipulación y la falta de autenticidad, pueden volverse cínicos, desilusionados y menos inclinados a participar en el proceso democrático, lo que socava la salud y la sostenibilidad de la democracia.

En última instancia, los políticos sin ideología que buscan surfear las olas mediáticas son un peligro porque anteponen su propio interés a la búsqueda del bien común. 

La falta de convicciones claras y el oportunismo pueden generar inestabilidad, polarización y un ciclo de desconfianza que es difícil de romper. Por eso, es crucial que el electorado esté alerta y exija coherencia, transparencia y un compromiso genuino con los valores y las políticas que realmente beneficien a la sociedad.


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