Un día como hoy hace 10 años llegué a vivir a Bogotá. Con solo dos maletas me embarqué en una aventura que, en compañía de Juan Correa, se convirtió en una década de crecimiento y alegrías. Aquí les comparto 10 cosas que he aprendido en estos 10 años en Bogotá.
Ten paciencia, hay oportunidades para todos. Aunque a Bogotá le digan “la nevera” por su clima, hace unos años escuché que ese apodo debería ser porque “nos da de comer a todos”. Para quienes venimos de otros lados está llena de oportunidades. A veces tardan, pero llegan.
Toma la iniciativa para hacer nuevos amigos. Los bogotanos son cordiales, pero me costó años hacer amigos. Tuve que reunir valor para hablarle a esa mamá del jardín, poco a poco el grupo de amigos se va consolidando. Moraleja: no hay que quedarse con las primeras impresiones.
Ríete de los problemas. Los colombianos tienen una extraña virtud que llamo “la risa de la resignación”: se entregan a la mala suerte (como cuando quedas empapado por un aguacero inesperado). Acepta la desgracia y ya, pero de buen humor.
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Vístete en capas y siempre lleva sombrilla. Mejor dicho, en esta ciudad hay que estar preparado para todos los climas, porque puede hacer un calor infernal, caer granizo y salir un arcoíris en una sola tarde. Esto aplica para todo: entrégate al caos.
Usa el SITP sabiamente. Aprender a usar la TransMi App ha cambiado mi forma de moverme por Bogotá. Los SITP son más amables para viajar con un niño (para recorridos cortos y medios): evitas estaciones repletas y es más probable conseguir silla (al menos en nuestras rutas).
Desconfía de todo y de todos. Esta es la lección que menos me gusta, pero he aprendido a estar más atenta en la calle y así intentar esquivar los malos ratos auspiciados por los amigos de lo ajeno.
Toma helado aunque haga frío. Para una veranista como yo es un sacrilegio tomar helado con frío, pero en Bogotá es lo que hay. Esta ciudad me ha animado a probar cosas nuevas y descubrir que se pueden hacer de otra forma (chocolate con queso, cof cof).
Anímate a decir “veci” o “sumercé”. Esto me ayudó a sentirme un poco menos extranjera y una más en mi barrio. Básicamente, adoptar expresiones rolas me ha ayudado a que no me cobren más en las tiendas.
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Vive la ciudad como si fueras una turista. Bogotá tiene una oferta cultural infinita. A muchos colombianos les da miedo el centro o Rock al Parque, pero no saben que se están perdiendo una de las mejores cosas de esta ciudad: su diversidad cultural.
Renace entre las cenizas. Mi llegada a Bogotá no fue fácil. En Santiago tenía un buen trabajo y me tocó empezar de cero y aceptar que aquí no era nadie. Si una plantita puede salir entre el cemento, tú también podrás superar esto.
No me queda más que agradecer a Bogotá por acogerme como una más. A Juan Correa y su familia, a mi chilombianito, a los amigos (rolos y migrantes), a Julio por su voto de confianza en un momento clave. Y a mí misma por perseverar y tener paciencia en trancones y aguaceros.
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Josefina Marambio es una chilena en Bogotá. Coordinadora editorial de Ediciones Uniandes que puede ser contacta en X como @josefina_m_m