Las dificultades sociales de un niño no necesariamente determinan una vida sin éxitos, siempre y cuando haya oportunidades de educación de calidad durante la adolescencia y la vida adulta, y que esta última se desarrolle en un entorno con talento humano capacitado, colaborativo y complementario en saberes, y, además, en presencia de una cultura de investigación como política de Estado en términos de generar conocimiento.
De no ser así, a los niños en condición de miseria y de vulnerabilidad solo les queda para escapar de ellas, el muy difícil camino del deporte de alta competencia, cuyo filtro es demasiado selectivo.
Son muchas las historias de vida que dan testimonio de lo dicho.
El bioquímico británico Richard John Roberts pasó su niñez jugando en el parque aledaño a la fábrica de motores para aviones de la Roll Royce, motivo por el cual los bombardeos durante la guerra fueron asunto cotidiano; emigró a Estados Unidos y en 1993 recibió el premio Nobel por sus investigaciones sobre los intrones y exones.
Otro ejemplo más reciente es Ardem Patapoutian, científico de origen armenio, quien vivió su niñez en el Líbano en un ambiente de guerra étnica con desplazamientos, carencias de todo tipo y miedos por doquier.
Logró emigrar a Estados Unidos y la semana pasada fue galardonado con el premio Nobel de medicina en reconocimiento a sus investigaciones que permitieron descubrir y entender el mecanismo por el cual nuestros cerebros perciben las señales que nos permiten sentir nuestros cuerpos, o propiocepción, sentir cuando nuestra vejiga está llena o cuando nuestros pulmones están inflados.
En fin, de lo que se trata su investigación es de descubrir el mecanismo del tacto al encontrar los canales iónicos sensibles a la presión, constituidos por proteínas especializadas e incrustadas en algunas células y de esta manera transmitir señales ante el tacto o la presión.
Esta investigación dará en el futuro soluciones al dolor neuropático, a una enfermedad que convierte en doloroso el sentido del tacto, a la vejiga neurogénica entre otras muchas dolencias.
Un verdadero trabajo por la niñez colombiana es crearle oportunidades mediante una educación de calidad y no con populismo judicial.
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