Algo está sucediendo en Colombia para que se haya perdido humildad en el ejercicio del poder; por lo menos una dosis mínima de esto. Todos resultan superhéroes
Quienes hemos ocupado por mucho tiempo distintos cargos en el Estado sabemos perfectamente que no hay postura más fuerte ante la opinión que reconocer públicamente las limitaciones, los fracasos, lo que aún no hemos podido realizar en nuestros cargos.
Esa postura que además es absolutamente real y comprensible porque somos seres humanos y además enfrentamos retos inmensos, genera algo muy importante cuando se ejercen funciones públicas: nada menos que credibilidad.
Cuando se es absolutamente franco frente a los resultados de la gestión, inmediatamente los logros salen solos ante los ojos de quienes escuchan esas presentaciones de resultados.
Pero desafortunadamente esto no está sucediendo con la mayoría de los personajes que ocupan posiciones de poder en el país.
Para no entrar en nombres lo importante es señalar realidades.
Algo está sucediendo en Colombia para que se haya perdido humildad en el ejercicio del poder; por lo menos una dosis mínima de esto. Que sobrades la que estamos sufriendo quienes hacemos seguimiento a las políticas públicas.
Todos resultan superhéroes que según su mirada han logrado metas que los demás no ven, que no se comprueban en el día a día de los colombianos.
Discursos que le hablan al mundo de realidades que se mismo mundo sabe que están llenas de mentiras o de una mirada alejada de lo que está observándose probablemente producto de esa incapacidad de reconocer limitaciones.
Posturas que no escuchan porque se cierran a todo lo que les suene a críticas, a cuestionamientos de actuaciones o ideas y propósitos que se presentan como inamovibles.
Palabras y palabras interminables para demostrar que se la saben todas y que nadie puede aportar nada más. Pero estos personajes se olvidan del momento en que vivimos.
Las comunicaciones se salieron de su control y con todas las críticas que reciben las nuevas formas de comunicación a veces con razón, estas han sacado a la luz muchas actuaciones, muchos impactos entre los cuales hay grandes verdades, pero sin duda también falsedades.
Sin embargo, no se puede subestimar la capacidad de muchos para distinguir las unas de las otras, es decir lo que es cierto de lo que no lo es.
Mostrar una realidad que no es tan clara para una sociedad hoy es casi imposible. Sin embargo, en esta nueva forma de ejercer el poder público se subestima esta capacidad de quienes reciben la información que le suministran.
No se equivoquen, la gente no es tonta y está más informada de lo que se cree.
Para gobernar, la sinceridad, la modestia, la precisión, el respeto a las ideas y tiempos de los demás son unas condiciones insustituibles para ganarse el respeto y la credibilidad de la población sin las cuales un gobernante no puede tener éxito en su gestión.
Como el éxito es lo que se busca especialmente en las carreras públicas, aunque también en las privadas, es hora de meterle un poco de modestia a este tipo de gestiones.
Bájense de ese trono en que muchos se han colocado porque si no los bajan los que rechazan esas posturas soberbias.
El mensaje es bastante claro y basado en la experiencia: para ser claros, es muy probable que se frenen esas carreras que se han construido precisamente sin ninguna de esas cualidades que se han anotado porque sin reconocer limitaciones tampoco se reconocerán éxitos.