Si el gobierno no responde, si los economistas tampoco, si los políticos están en otro planeta, cómo vamos a llegar al 2022. Es la hora de pensar en otros actores
Aunque muchos no lo crean esta no es una pregunta irrelevante. Faltan 14 meses para que se produzca un cambio de gobierno y la situación actual es de tal gravedad que es necesario hacer esta reflexión.
Si seguimos como vamos podemos llegar ya a 700 muertos diarios por covid-19 porque ya estamos muy cerca de los niveles que con pánico anunció el cuerpo médico y no pasa nada. La vacunación se mueve entre una supuesta aceleración con inmensas colas de personas, pero en medio de una gran confusión porque llegan grandes lotes de vacunas y al mismo tiempo se alargan los plazos para segundas dosis.
Todos los días se denuncian tragedias de personas que no pueden ser asistidas a tiempo, falta de insumos básicos para atender a tantos enfermos, las ambulancias se demoran peligrosamente, médicos y personal de la salud agotados muchos sin los recursos necesarios y sin la remuneración adecuada, y no pasa nada.
Ya llegamos a niveles de mortalidad por el covid que supera los de países con mucha más población. Se abrió la economía y ese es el mandato, pero sus consecuencias en medio de este pico de la pandemia no han generado la pregunta obvia de hasta cuándo será sostenible esa estrategia.
Si esto pasa con la salud, la situación social de la población también es de suma gravedad.
Parece no preocupar al gobierno que tiene 72 % de población que no alcanza a tener lo básico para vivir o que apenas recibe lo mínimo necesario. Tampoco se conmueve ante la caída de la clase media que ahora es una de las más pequeñas de América del Sur, casi la tercera parte de la de Chile, 60 %.
Ante estas realidades que muestran organismos internacionales como el Banco Mundial, ¿ha cambiado en algo la política del gobierno? Nada de nada, sigue insistiendo en que es suficiente su penoso Ingreso Solidario equivalente a la línea de indigencia y sus transferencias condicionadas, monto total que clasifica al gobierno colombiano como el más mezquino con su población durante esta crisis social y económica.
En síntesis, no hay un panorama claro como para pensar que en los próximos meses se reducirá el dolor que producen los muertos por el covid-19, que la economía se recuperará aceleradamente como creen muchos economistas y que la tragedia social se reducirá.
Y qué hacen los políticos, poco muy poco, ocupados en ver como se meten en una campaña presidencial de las más insólitas que ha tenido este país.
Resulta que cuando esta sociedad colombiana se enfrenta a la peor crisis de su historia que no ve horizonte claro para el 2022, hay más de 40 candidatos presidenciales, muchos de los cuales no clasifican para semejantes responsabilidades.
Es un verdadero contrasentido ante el fracaso del presidente actual que debería haber dejado la lección de que los Primeros Mandatarios no se improvisan y que además el reto para el que llegue será de inmensas dimensiones. Pero parece que eso no se toma en cuenta, no importa.
Pero lo peor es que los debates políticos actuales son tan ajenos a lo que está viviendo la mayoría de los colombianos que no despiertan el menor interés.
Por el contrario, muchos se están desdibujando inclusive antes de empezar realmente una campaña presidencial porque no le dicen nada a la gente sumida en semejante diversidad y gravedad de problemas.
Pero los partidos políticos se limitan a ser espectadores de lo que puede ser la peor campaña presidencial posible: prematura, insulsa, llena de candidatos sin credenciales que además se ven ajenos a los problemas reales.
Si el gobierno no responde, si los economistas tampoco, si los políticos están en otro planeta, como vamos a llegar al 2022.
Si estos no son los actores para enfrentar estos complejos 14 meses que hacemos los que vemos derrumbarse este país. Quienes quedan: las universidades, el sector privado, la sociedad civil.
Ante este panorama tan desolador es hora de pensar las agendas de estos otros actores: una academia que juegue un rol que no ha tenido, estrategias precisas para salir de esta deplorable situación.
Un sector privado que le va a tocar asumir costos que antes eran responsabilidad del Estado y que solo indirectamente con impuestos financiaba parcialmente.
Es decir, una sociedad civil que alejada de intereses políticos asuma el profundo vacío de un gobierno que no pudo, que no sabe, que no le interesa lo que le está pasando al país por el que debía responder.
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