Por: Jaime Calderón H.
Reclamamos gobernantes y funcionarios con valores y competencias. Una sociedad se conforma con personas de múltiples condiciones e intereses, muchas de las veces contrapuestos, de allí que necesitemos de un Estado que nos arbitre sobre la base del bien público.
Los valores son condición necesaria, tanto como las competencias técnicas y políticas. Cosa distinta caracteriza al dirigente privado, quien con sus capacidades busca las mejores y mayores metas para su interés individual o para un sector de la sociedad.
Un dirigente privado es exitoso cuando cumple las metas en sus propósitos personales o de un grupo de interés, en tanto, un funcionario es exitoso, cuando dentro de un marco estrictamente legal y ético, sus acciones conducen al bien común dentro de los principios que rigen la equidad.
Con lo anterior puedo afirmar que el éxito se mide de manera distinta en un funcionario, que en un empresario o en un profesional.
También digo que deben compartir algunas características como la de lograr objetivos, exceder metas, sentirse felices con lo que hacen.
Desde afuera cualquiera observa en un personaje exitoso que es reconocido por sus pares, que no basa su gestión denostando de sus antecesores, que no presume de sus logros y, en general, que proyecta tranquilidad. Un tramposo aunque obtenga resultados nunca podrá considerarse exitoso.
Un delincuente menos. Por ningún lado el patrimonio personal, precario o abundante, nos dice acerca del éxito en el sector público o profesional.
Desde el primero, un patrimonio grueso es sospechoso. Por eso me resulta un absurdo los comentarios peyorativos de la W Radio acerca de los bienes declarados por los actuales ministros, en términos de que no pagarían impuestos a la riqueza por no alcanzar la cifra propuesta en la ley de financiamiento, y que tal condición interrogaba sus respectivos logros profesionales.
Don Julio y su equipo deben disculpas a su audiencia, entre la cual me encuentro y de manera asidua.
La riqueza no es una condición necesariamente ligada al éxito. Más bien, reclamemos competencias.
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