Cuando quieras vender un bien o un servicio, lo que importa es resaltar la experiencia que vas a vivir con la adquisición, pues al fin y al cabo la memoria de los humanos prefiere grabar los hechos asociados con las emociones que estos provocan.
Es así como un comprador de una vivienda se inclinará a comprar si le ofrecen un adicional de piscina, gimnasio, sauna, etc., sin reparar los costos en administración que le implicarán en el futuro, y los conflictos de convivencia que se derivan de tales espacios. Lo que vende es la promesa de una experiencia lúdica más allá del diseño o los materiales de los acabados del inmueble. Así mismo, las aerolíneas se esfuerzan en vendernos las experiencias del vuelo, los hoteles la experiencia de la estadía y prácticamente todo está orientado a la venta de una experiencia. Con mayor razón los servicios turísticos.
Santander ha identificado un gran potencial económico en este sector, aprovechando nuestra geografía exótica. En las últimas décadas hemos visto emprendimientos privados múltiples y grandes inversiones del Estado en el sector. Sin duda, hemos avanzado en eso que hoy promueven como parte de la publicitada “economía naranja”. Mucho de esa economía que se ha venido dando es informal, lo cual tiene de bueno y de malo. En un país donde la formalidad es cara y obstaculizadora, es una barrera gigante para que haya inversión “naranja”, pero cuando ya es un hecho, los apetitos por bancarizar y recaudar para el erario se extreman, y de allí que lo que pareciera un planteamiento de progreso tiene su cara oscura, aunque necesaria.
Mi pasada experiencia en Barichara fue agridulce. Comida bien preparada y presentada, pueblo hermoso con muestras de mala administración y dejos de descuido, habitaciones que no se compadecen con los precios y que solo reciben efectivo y sin factura, irrespeto por las señales de tránsito, buena atención en un hospital que merece mayor dotación e infraestructura, pero por sobre todo, mala atención a los turistas en algunos almacenes, restaurantes y hoteles.
Barichara, una verdadera joya, merece buena administración, un buen liderazgo, más formalización, pero claro, capacitación en servicios turísticos.
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