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La incertidumbre de la paz para los colombianos

La incertidumbre de la paz para los colombianosPor: Elkin Jair Limon Lerma

 

Hoy se cumplen 20 años de la ‘Masacre del 16 de mayo de 1998’, tal vez, el peor castigo de este conflicto armado en toda la historia del departamento de Santander, del Magdalena Medio y por ende de Barrancabermeja.   Hoy se sigue reclamando un proceso efectivo de ‘verdad, justicia y reparación’.   Hoy más que nunca se proclama y se urge la PAZ total para todo el territorio nacional.

 

En este hermoso país llamado República de Colombia, multicultural, rico en fauna y flora, de gente cálida, valiente, amigable, un sin fin de cualidades y valores que nuestro propio arraigo nos enseña como una ley de vida.   Tal vez diría que es el país más exótico del mundo que —a pesar de todas las adversidades— siempre sobre salimos en cualquier escenario nacional e internacional, en lo deportivo, cultural, político, laboral, científico, académico entre otras muchas actividades.

 

Pero, lamentablemente, no todo es ‘color de rosa’.   Desde hace más de 50 años venimos enfrentado la crisis de un conflicto armado interno, producto de la desigualdad, inicialmente una lucha de poderes entre conservadores y liberales y  con el pasar de los años la dinamización de esa misma guerra a tal punto que se crearon nuevas estructuras armadas, unas de izquierda y otras de derecha.

 

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Las movilizaciones sociales representadas en las víctimas, las organizaciones sociales, los defensores de derechos humanos, los maestros, los estudiantes, los obreros y las instituciones religiosas, han presionado —de una u otra forma— a los diferentes gobiernos para materializar el camino hacia la paz en el desarme y la iniciación de acuerdos con los diferentes actores armados que han protagonizado esta absurda guerra:  M-19, ELN, FARC, EPL, AUC.      Todas estas organizaciones han dispuesto su voluntad de iniciar procesos de paz,  todos con dificultades y a sabiendas que el proceso es difícil y que no se logrará un ‘acuerdo perfecto’, pero es el comienzo, el avance, el deseo y la voluntad lo que permite culminar ese largo camino.

 

Todos los colombianos aclamamos, exigimos la terminación de la guerra, como dijo hace poco el líder sindical barranqueño Edwin Palma:   ‘’A nosotros no nos contaron la violencia, ni la vimos por televisión, nosotros la vivimos, la sufrimos y por eso tenemos autoridad para apostarle a una reconciliación nacional’’.

 

Para desear y acentuar la paz debemos conocer la historia de la guerra, esa guerra en la que nuestro territorio y nuestros hijos son protagonistas.   «Los hijos de la guerra» como son los casos de Mónica Lara y Fernando Lara; hijos de esta ciudad, de su padre Ricardo Lara Parada, cofundador del vigente grupo guerrillero ELN, y quienes con sus voces claman la urgencia de una paz.

 

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Hoy el proceso reciente con el grupo de las FARC está en crisis, están que ‘rebosan las copas’ en ambas partes, pero la paz no es del Gobierno ni de las FARC, la paz es un derecho en el que las y los colombianos debemos incidir y ser nosotros mismos los constructores de una avenencia territorial.

 

Hasta ahora el acuerdo con las FARC ha sido solo una dejación de armas.    Se sabía que ni el Gobierno ni las FARC estaban suficientemente preparadas para tan gran reto, pues el Gobierno, desde el primer día, ha venido incumpliendo los compromisos con los reincorporados a la vida civil.       Cuando hablo de estar «preparados» hago referencia que hasta en los momentos de crisis hay que estar preparados, pese a ello los colombianos somos versados en asumir y enfrentar las adversidades y es el momento de hacerlo, como bien menciona mi compañera de Apartado (Antioquia), Yacila Bondo  en su Pedacito de Verdad # 36   /  «Hasta La Última Gota De Esperanza».

 

Uno pensaría que en un país como Colombia   —con una historia tan trágica de guerra y dolor, donde todos los colombianos de una u otra manera hemos sido tocados por el conflicto, hemos llorado nuestro dolor o el dolor de nuestros hermanos—  los colombianos estaríamos listos para transitar hacia la paz, que la abrasaríamos, que la incorporaríamos, uno pensaría que veríamos la esperanza de un mejor venir;     pero,  uno a veces olvida que Colombia  se fundó en la sangre, en el odio, en la mentira, en la esclavización  y  que en Colombia, las clases dominante —políticas y económicas—  se han  encargado  de  esparcir  su ponzoña entre el pueblo de bajo nivel educativo, entre el pueblo que no sabe, entre el pueblo ignorante, entre el pueblo objeto.

 

Uno pensaría que después del ‘Bogotazo’ (día en que asesinaron al caudillo Jorge Eliécer Gaitán) el pueblo entendería eso, que después de la época de la Violencia, así, con V mayúscula, el pueblo entendería eso, que después del Frente Nacional y del surgimiento de las guerrillas en los años 60 el pueblo entendería que ha sido ‘objeto’ de las clases dominantes, y uno realmente esperaría que después de más de 400.000 víctimas fatales y millones de colombianos desplazados tras más de 50 años de enfrentamiento armado, el pueblo colombiano entendería que no vale la pena seguir siendo usado por parte de las clases dominantes, que no querían sacrificar más vidas inocentes en una guerra que no han originado, que no proviene de sus odios ni de sus enfrentamientos, uno esperaría que el pueblo entendería y abrazaría el mensaje de la reconciliación en un nuevo escenario de construcción de paz para el país.

 

Pero NO, el  pueblo sigue sin entender y sigue escuchando a los ‘generadores de odio’ y a su vez los generadores de odio siguen fabricando más y más odios y las clases políticas y económicas dominantes siguen tirándose la única opción real de paz que ha tenido el país en muchos siglos, o en todos sus siglos, porque al parecer lo único que les interesa es que el pueblo se siga dando bala mientras ellos se siguen robando el país.

 

Al parecer nuevamente nos desangran, hasta la última gota de esperanza.

 

 

En la actual coyuntura electoral

 

Estamos a escasos días de las elecciones para elegir el nuevo Presidente de la República de Colombia, en consideración de mi profundo respeto por la democracia, el voto informado y consciente, luego de haber revisado las hojas de vida, las propuestas y discursos de los candidatos a la Presidencia en materia de paz, algunos promueven continuar el camino, pues es una necesidad para el país, y que en cierta forma se rescata los avances que se han tenido como el caso de  Gustavo Petro,   Humberto de la Calle y  Sergio Fajardo, mientras que German Vargas Lleras  —no tan convencido de este proceso y tal vez en su afán de ganar adeptos—  pronuncia que «respetará los acuerdos» y que será «un presidente para la paz».      Pero quien si se niega en su totalidad es Iván Duque quien manifiesta que «hará trizas los acuerdos», pues dice «no es una paz con justicia social y con impunidad».    Para mi una total falacia, precisamente, porque desde el acuerdo se hace mención a la justicia, verdad y reparación.

 

Invito a todos los habitantes de la región del Magdalena Medio que ejerzamos nuestro derecho al voto a conciencia, sin miedos, ni presiones, que aprovechemos este momento histórico que vive nuestro país, porque seguiremos insistiendo en que el cambio y la esperanza es posible.

 

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ELKIN JAIR LIMON LERMA es columnista de BARRANCABERMEJA VIRTUAL.    Trabajador Social,   Investigador Social,  Gestor de Paz para el Magdalena Medio.   Puede ser contactado en el correo electrónico: [email protected]

 

 

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