Por: Darío Echeverry Jr.
El ambiente electoral esta enrarecido tanto en el país como en la ciudad. Y no es solo por la polarización, que desde hace unos años viene marcando el quehacer político en general y el proselitismo en particular.
Hay algunas cosas que hacen anormal este periodo electoral. Por un lado, algunas actuaciones de instituciones del Estado permiten ver cómo, de manera tangencial, pero con directas implicaciones, se está influyendo en el proceso electoral, ejerciéndose presión sobre actores políticos con el fin de beneficiar a algunas candidaturas.
Al mismo tiempo hay una dicotomía en la actuación de algunas entidades públicas, que tiene un especial celo hacia algunos proyectos políticos y una exagerada ceguera hacia otros.
Y aunque esto se ha presentado antes, este fenómeno viene extendiéndose hacia ciertos niveles e instituciones públicas que habían guardado cierta imparcialidad en relación con los procesos electorales.
Ni que hablar de los medios de comunicación masivos y tradicionales, que ahora sin ninguna vergüenza o pudor inclinan la balanza informativa en beneficio de ciertos elegibles, al tiempo que, con inquina y malévolo entusiasmo, que raya con el más vil amarillismo, se dedican a debilitar y menoscabar la dignidad de ciertos proyectos políticos que no están en sintonía con sus intereses.
Es cierto que esto también ha pasado en otras elecciones, pero lo preocupante es que mucho se habló de la necesidad de que ese tipo de actuaciones no se repitieran, en el marco de un periodismo ético, objetivo y equilibrado, pero en la realidad las cosas cada vez van de mal en peor, y pareciera que son las volátiles redes sociales el refugio más imparcial para que la ciudadanía se informe.
En estos momentos no es solamente indispensable hacer un llamado a la comunidad a participar en las elecciones y a votar responsablemente, sino que es indispensable reflexionar sobre como las instituciones del Estado deben estar al servicio de la nación y no de los intereses temporales de ciertos políticos.
Igual debe pasar con los medios de comunicación, que deben superar el crudo, insensible y superficial amarillismo que los caracteriza para asumir su rol de informar de manera objetiva y ética.
Y como ciudadanos debemos exigir ese comportamiento de lo contrario debemos pedir a nuestros representantes que hagan los ajustes institucionales necesarios para que eso se logre, por eso es necesario votar en los próximos comicios, para que los elegidos asuman la responsabilidad de hacer los cambios que requiere el país.
El futuro de la democracia y de la nación está en juego, no es posible seguir haciendo política en un contexto tan enrarecido.
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