Por: Roberto Aguilera
Esta pregunta me la hago todos los días desde que el movimiento ambientalista tomó tanta fuerza en Colombia.
Y cuando escucho y leo sus posiciones en muchos casos justificadas más por miedos que por realidades, vuelve a mi mente la pregunta.
¿Será que a diferencia de ellos los demás en una inmensa mayoría no queremos respirar un aire limpio y puro, o beber agua potable, o preservar bosques, o fuentes de agua, o especies de plantas y animales, o un desarrollo sostenible de los recursos naturales?
Porque esa es la sensación que queda al escucharlos o leerlos, que sólo ellos muestran un genuino interés en esos temas y que todos los demás sólo buscan de manera codiciosa su lucro y beneficio personal sin importar lo demás.
Y que lo anterior, les da el derecho, como adalides de la humanidad, de definir lo que es correcto e incorrecto, a manera de un control ético, y por lo tanto son los únicos que deben definir lo que le conviene a la sociedad.
Sus opiniones también dejan la sensación que sólo «su ciencia y opiniones científicas son válidas y razonables» así no tengan sustento alguno en datos, para ellos es válido opinar sobre cualquier tema así no sean expertos académicos en los mismos, mientras en su caso estas son opiniones fundadas, las opiniones en contrario son distorsiones o amaños de la realidad de personas con intereses de las que se debe desconfiar.
Su mayor argumento científico es el miedo, que en la legislación colombiana ha recibido el término de principio de precaución, que palabras más palabras menos significa que si existe un riesgo «razonable» de que algo malo ocurra, es mejor no hacerlo.
Y pongo entre comillas la palabra razonable porque en la interpretación de muchos ambientalistas esta se equipará con posible, sin importar el grado de probabilidad que un evento ocurra.
Para ellos si el evento tiene el 0.0001% de posibilidades de ocurrir es igual a que tenga el 100% porque simplemente se justifican en que sea posible, y por lo tanto debe ser prohibido.
No hay espacio a la argumentación por otras corrientes científicas y/o técnicas, sólo es aceptable el 0% de posibilidad de ocurrencia de un evento que pueda ser perjudicial para el ambiente.
Tampoco existe la proporcionalidad, porque si existe el riesgo que el evento afecte a una persona o animal lo consideran igual a que si este afectara a un millón de personas o un ecosistema completo.
Desde el punto de vista científico esta posición es completamente irracional y excluyente de toda discusión y solución posible. Bajo ese contexto toda actividad debería prohibirse porque no hay nada con cero riesgos, ni caminar, ni montar bicicleta, ni nadar, ni bañarse, hasta el sexo, etc, etc, etc.
En el ambientalismo el rumor y la desinformación o la magnificación de los riesgos bajo preceptos de miedo y desolación son estrategias válidas de comunicación, pero todos los demás debemos regirnos rigurosamente en estudios técnicos y científicos que desvirtúen esas estrategias, lo cual no es incorrecto per se, pero es una lucha desigual que por lo mencionado arriba prefieren no dar en muchos casos.
El ambientalismo en Colombia se ha vuelto un movimiento negativista, que busca para cada solución un problema para justificarse y posicionarse social y políticamente en el país. Siempre pensé que un movimiento ambientalista debería ser todo lo contrario, con una visión proactiva y constructiva del futuro.
Y esto me recuerda la película Los Croods, que describe la vida de una familia de cavernícolas en la que el padre reduce la vida de su familia a una caverna simplemente porque todo le parece riesgoso, pero al final la curiosidad de su hija lleva a la familia a descubrir un ancho mundo de oportunidades y al padre a entender que no se llega lejos sin arriesgar.
El ambientalismo en Colombia se asemeja a ese padre «sobreprotector» que no lo sabe todo, pero quiere imponer su visión al resto de la familia y ahogar el deseo de aventurar, conocer, aprender, hacer cosas distintas, e imaginar de los demás.
Dicen que los problemas son la madre de la invención, si dejamos que el país lo maneje ese padre «ambientalista» con aversión al riesgo, se corre el riesgo de que muera la iniciativa y la invención en el país.
Y digo esto porque los ambientalistas menosprecian a los científicos y profesionales de otras ramas y no les permiten plantear soluciones a los problemas por ellos resaltados, y por lo tanto bloquean la capacidad constructiva de otras áreas para encontrar soluciones a los problemas.
Es de nuevo esa visión ambientalista equivocada de mejor no encontrar una solución a los problemas, cuando el mayor aporte que pueden hacer es ayudar a encontrar soluciones a los problemas por ellos identificados.
¿Acaso la ciencia no está todo el tiempo buscando soluciones a los problemas creados por la humanidad?
Y ni que decir cuando escucho y leo las posiciones ambientalistas sobre el modelo económico que quieren para el país, prohibiendo la minería y los hidrocarburos, y fomentando el turismo y la agricultura.
Y me hago las siguientes preguntas.
¿Será que dejaremos de construir las viviendas de ladrillo y cemento y las haremos de madera?
Porque si en Colombia es serio el problema de deforestación por otras razones, cómo se puede garantizar que la construcción de viviendas a partir de madera no lo empeore.
¿O será que para evitarlo nos harán vivir en cuevas o cavar hoyos en el suelo?
Hablan de una economía agrícola de exportación, pero sin hidrocarburos cómo se tienen combustibles y lubricantes para hacer funcionar maquinaria agrícola que permita tecnificar el campo a un nivel que nos permita ser competitivos internacionalmente.
¿O será que esperan que el país sea competitivo a punta de bueyes, asnos y arados de madera?
¿Y cómo se controlarán las plagas si están en contra del uso de pesticidas que en muchos casos son derivados del petróleo?
¿Será que toda nuestra agricultura se volverá orgánica y podremos pagar por productos más costosos de producir?
¿Y será que los demás países están dispuestos a pagar más por esos productos?
Dicen que el país debe moverse con vehículos eléctricos, pero será que la gente tiene la capacidad económica para adquirir un vehículo de baja gama de cuatro pasajeros con autonomía de 100 o 150 kilómetros al precio de un vehículo de alta gama a gasolina con autonomía de 500 o 600 kilómetros.
Y ni hablar de los Tesla que en Estados Unidos son vehículos en el rango de gama alta y que en Colombia serían simplemente equivalentes en valor a un Ferrari o un Maserati.
Será que la idea al final es que el carro sea un elemento de lujo y estatus social para unos pocos y el resto a caminar o montar bicicleta.
Porque dudo mucho que la gente quiera viajar incómoda y hacinada en el transporte público que tenemos.
¿Y qué pasará con los paseos de olla o a los municipios vecinos, o a las fincas de la gente?
¿Si no tienen carro eléctrico tocará en bus hasta donde llegue y luego caminata, bicicleta o caballo?
Creo que van a perder muchas personas el interés en ellos por la dificultad para movilizarse.
Porque, aunque la industria automotriz está trabajando en la viabilidad de los carros eléctricos esto tomará todavía muchos años en masificarse porque no hay carros para tanta gente. ¿Y mientras tanto qué?
Dicen que el país se debe volcar al turismo, pero en los últimos meses han aparecido multitud de artículos en los que las comunidades en países con industrias turísticas muy desarrolladas como Francia, España e Italia se quejan de los problemas que el turismo le trae a los pobladores de estos lugares, como aumento del costo de vida, aumento del ruido y desaseo, incremento en la violencia, desplazamiento de los habitantes por la conversión de viviendas en hostales que fomentan un turismo de bajo precio, esencialmente mochilero, que deja menos recursos económicos y atraen más gente.
También un incremento en trabajos de bajos salarios, asociados a esta actividad, meseros, mucamas, botones, celadores, etc., sin considerar la prostitución y el proxenetismo; y la migración de industrias y/o actividades económicamente mejor remuneradas a otras zonas con menos turismo.
Y el turista de alta capacidad económica se ha ido hastiando de esa sobreoferta turística y está migrando a lugares con menos afluencia de gente, lo cual es una pérdida importante de ingreso para las zonas más turísticas.
Pero así se tenga una industria turística desarrollada, esta no es suficiente para mantener la economía de un país y doy este ejemplo. España que no es un país petrolero, tuvo ingresos por turismo cercanos a 50.000 millones de euros el año pasado, suma nada despreciable, pero REPSOL su principal petrolera tuvo ingresos en 2013 de 56.298 millones de euros. Una sola empresa tuvo los ingresos que dejaron casi 70 millones de turistas.
Finalmente, los ambientalistas esgrimen como una de sus principales razones para oponerse a actividades como el fracking, que países como Francia, España, Alemania o Dinamarca prohibieron la actividad petrolera en sus países y que, si ellos pueden vivir sin producción petrolera, nosotros también.
Este es un ejemplo de la estrategia de desinformación que manejan por dos sencillas razones. La primera, porque esos países nunca vivieron del petróleo producido en sus países simplemente porque sus recursos y reservas son tan pequeños que no se lo permiten, y por eso no tienen ningún problema en prohibir una actividad que no representa mayor impacto en su economía; pero y este es el segundo punto que no mencionan, eso no significa que las industrias petroleras y petroquímicas de esos países no sean grandes y representen importantes ingresos a sus economías, y eso se explica en el hecho que aunque no tienen petróleo en sus territorios, si necesitan del petróleo para mantener creciendo a sus economías y cuál es la solución, pues hacer que sus empresas salgan a otros países a buscarlo y explotarlo para llevarlo a sus países para convertirlo en productos que le sirvan a sus demás industrias.
Luego lo que prohíben por un lado lo buscan en otro. Si de verdad estos países tuvieran una cultura tan ambientalista como nos quieren vender en Colombia los defensores del medio ambiente, lo que deberían haber hecho era cerrar sus empresas petroleras y petroquímicas y dedicarse a fabricar artesanías o recibir más turistas o lo que consideren puede suplir los ingresos del petróleo.
Pero no lo hacen porque son industrias y empresas tan grandes que no tienen como recuperar los ingresos y puestos de trabajo con remuneraciones similares en otras industrias o actividades, y además porque muchas otras industrias que dependen de los insumos del petróleo también desaparecerían y no habría como reemplazarlas.
Esos países no son tan tontos como para pegarse un tiro en el pie o hacerse hara-kiri, como pretenden nuestros ambientalistas.
¿Será promisorio el futuro de un país manejado por personas que creen que lo mejor es evitar los problemas y no enfrentarlos?
¿Será positivo que el país lo manejen los que menosprecian a la ciencia y la tecnología como medios para solucionar problemas y crecer social y económicamente?
¿Será promisorio el futuro de un país que es manejado por el miedo y no por la curiosidad y el deseo de llegar lejos superando obstáculos?
¿Será bueno el futuro para nuestros hijos e hijas en un país en el que el horizonte de oportunidades en lugar de ampliarse se reduzca por cuenta de los intereses ambientalistas?
¿Será que nos sentiremos tranquilos de ver como la brecha económica y tecnológica aumenta entre los países desarrollados y nosotros?
¿Será que todos queremos trabajos de baja remuneración atendiendo turistas o cultivando la tierra?
¿Y en caso de una catástrofe natural que amenace la humanidad estaremos contentos de ver cómo la gente de otros países con visión de futuro viaja a Marte mientras nosotros nos quedamos?