Este domingo 2 de julio se escenifica en Barrancabermeja una contienda que tiene a dos políticos como principales protagonistas: en una orilla el alcalde en propiedad, Darío Echeverri Serrano, de filiación liberal; y en la otra orilla la exrepresentante a la Cámara por el Partido Conservador Yidis Medina, quien hizo célebre a su ciudad natal cuando por deshonesta vendió su voto a cambio de una notaría para aprobar la reelección del entonces presidente Álvaro Uribe.
Es un hecho político inocultable que la gobernabilidad de Darío Echeverri se encuentra golpeada, y al parecer obedece a que habría incumplido ciertos acuerdos políticos, frente a lo que según una fuente de la Alcaldía fueron “pretensiones inmanejables”.
Ello habría dado lugar a que se conformara una especie de gavilla, en la que participan algunas personas que durante la campaña lo apoyaron, pero hoy le quieren atravesar un precoz sucesor.
Si algo obra a favor del alcalde es la multitudinaria acogida que tuvo su convocatoria a una marcha el pasado 18 de mayo en defensa del Plan de Modernización de la Refinería (PMRB), con una asistencia superior a las 50.000 personas. (Ver foto). Ello indica que posee un importante margen de acción, pero a la vez es preocupante que el actual proceso de revocatoria se haya convertido en un palo en la rueda contra esos legítimos esfuerzos de presión que se venían ejerciendo sobre el Gobierno Nacional, orientados a impedir que ocurra lo que parece sobrevenir, la progresiva chatarrización o ‘descuido’ de la refinería para luego privatizarla.
Sin modernización habrá un evidente retroceso económico y social, pues se pierden los 40.000 nuevos empleos en sectores diferentes al petróleo que esta traería. Lo preocupante entonces es que en lugar de la unidad que durante el año y medio que lleva Echeverri se venía generando alrededor de este propósito, ahora se advierte una dañina división, solo favorable a los intereses mezquinos de quienes quieren revocar al alcalde, con Yidis Medina entre ellos.
Una clara manifestación de la cultura ‘traqueta’ que se impuso desde el gobierno Uribe es la notoriedad que adquirieron ciertos personajes condenados por la justicia, sobre los cuales no se ejerce ninguna sanción social, sino lo contrario: su prontuario pareciera darles reconocimiento, distinción y prestancia. A Yidis la acompaña en esta meritocracia el exministro Fernando Londoño, más conocido como ‘el ladrón de Invercolsa’, o un alias Popeye que, aprovechando lo célebre que lo volvieron los medios, asistió en su natal Medellín a una marcha uribista contra la corrupción (¡!) donde acusó en vivo y en directo al presidente Santos de ser “una rata”.
Medina tuvo una muy activa participación en la campaña que eligió a Darío Echeverri, a tal punto que bautizó su camioneta como la Yidis Móvil (ver camioneta), y se dice que los dos habrían pactado un acuerdo consistente en que el alcalde le daría cupos para meter a su gente como prestadores de servicios (OPS) de la Alcaldía. En este contexto, Yidis se estaría portando como la niña caprichosa que arma un berrinche porque no le dieron el juguete que esperaba, y es la demostración de que porta en sus genes un virus que debería ser desterrado, el de quienes asumen la política como una oportunidad para hacer negocios.
Según un barranqueño que trabajó con Yidis, “Darío le estaba cumpliendo, pero a medias. A su hermana Mayerlis le dio dos contratos como auxiliar de enfermería, pero no le aprobó un proyecto para víctimas”. Por eso ella grabó un video donde se despacha contra el alcalde, el cual parece producido por su peor enemiga, con la mirada perdida y tan pobre dicción que solo ve “oscuridá” y no logra pronunciar “ciudad” sino “la suidá que merecemos”. (Ver video).
Sumado a lo anterior, en su muro de Facebook anunció que se cambiaba de orilla y que “colocaré las denuncias de todas las irregularidades (…) ante la Fiscalía General de la Nación”, lo cual no hizo (ver publicación). Lo llamativo es que —pecando quizá de ingenua— aparece allí acompañada de Gustavo Duarte Ruiz, un reconocido contratista del anterior alcalde, Elkin Bueno, quien en sus cuatro años de gloria disoluta se dedicó a endeudar a la ciudad con tal desenfreno que al final de su administración hizo aprobar un empréstito por 170.000 millones de pesos para la ejecución de obras macondianas, como canchas de microfútbol con grama sintética que no pudieron ser usadas porque producían un calor insoportable. (Ver SOS por Barrancabermeja).
Sin el menor atisbo de vergüenza propia, ese mismo contratista le confesó a La Silla Vacía, en artículo titulado La zancadilla de Yidis Medina al alcalde de Barranca, que Echeverri “se montó con un discurso de unir fuerzas, pero (…) solos les dan OPS a los de otros lados”.
Un segundo motivo por el cual Yidis se despegó de Echeverri es que quiso acomodarse en las filas de Jonathan Vásquez, un ‘pelado’ hijo de un concejal que por su pinta de galán comienza a tener acogida, sobre todo entre gente joven. Pero fue él mismo quien la puso a distancia, advirtiendo en su Facebook que “no existe razón alguna” para trabajar con ella. Y en lo que deja ver su verdadero talante, Yidis le responde ahí mismo pidiéndole cacao… (Ver publicación).
No es sano poner las manos en el fuego por un político —ni por nadie, incluidos parientes—, pero si me tocara escoger entre el alcalde Darío Echeverri y Yidis Medina, no dudaría un segundo en apoyar al que hoy rige los destinos de la ciudad que refina el 80 por ciento de la gasolina que consume el país.
Urge no perder el impulso alcanzado en la lucha por obligar a Juan Manuel Santos a que cumpla la promesa que hizo cuando, en desarrollo de su campaña para hacerse reelegir, en el Hotel Pipatón nos dijo a los barranqueños que “tiene más reversa el río Magdalena que la modernización de la refinería”.
Presidente Santos, cúmplale a Barrancabermeja —y al país— lo que prometió. Solo así pasará a la Historia.
DE REMATE: Si votar la revocatoria es hacerlo a favor o en contra de Yidis, prefiero abstenerme.