Todavía no sabemos quién está detrás del atentado que produjo tres muertes y nueve heridos el pasado sábado en el Centro Comercial Andino de Bogotá. Pero hay algo de lo que sí podemos estar seguros: ‘somos un país profundamente dividido, un país que tiende a poner la violencia por encima del diálogo, a pensar con las vísceras y no con la cabeza’.
Lo vimos desde el mismo momento en que empezó a circular la noticia sobre la bomba, detonada en un baño de mujeres de un centro comercial.
Las víctimas ni siquiera habían recibido atención (de hecho, ni sabíamos cuántas eran), pero las redes sociales ya se habían vuelto un campo de batalla entre los ‘amigos del terrorismo’ y los ‘enemigos de la paz’. Sin importar que no hubiera pruebas, las acusaciones empezaron a ir y venir. Y así el odio se tomó Twitter y Facebook y convirtió a la tragedia en un espectáculo mezquino.
Desde un bando, algunos usuarios de esas redes sociales repetían con sorna “Esta es la paz de Santos”, mientras que desde el otro bando otros respondían enfurecidos señalando a “la mano negra de la ultraderecha” o acusando sin mayor fundamento a todos los uribistas de Colombia de estar “felices” de ver volver la violencia a las ciudades cuando supuestamente estamos en tiempos de paz.
Triste y ruin.
En vez de unirnos en torno a la tragedia, en vez de expresar nuestra solidaridad de forma colectiva y en vez de decirles a los violentos que no tenemos miedo (cosa que haría un país medianamente sensato), los colombianos optamos por insultarnos y despreciarnos entre nosotros mismos.
Mucha gente no parecía —y aún no parece— querer entender que ese acto de terror y sus víctimas nos toca a todos por igual. En el fondo, la onda expansiva del bombazo también ha terminado por golpearnos a todos, por atemorizarnos y dividirnos.
Desconcierta saber que las diferencias políticas no nos permiten distinguir entre la pasión y el honor. Y desconcierta aún más ver que el juego perverso que siguió al atentado haya sido desatado, en buena medida, por ‘políticos, periodistas y otras figuras públicas que pusieron sus agendas políticas, o sus egos, por encima de su deber de ser responsables y veraces ante una opinión en la que influyen de forma masiva’.
En tiempos de posconflicto, los colombianos estamos obligados a pensar en asuntos que van más allá de las polémicas diarias sobre las zonas veredales, las entregas de armas y el futuro de los excombatientes de las FARC. Tenemos que trabajar juntos para encontrar un camino hacia la reconciliación.
Por favor: entendamos que la paz solo comenzará a llegar de verdad cuando desarmemos nuestra rabia y desmovilicemos nuestros odios.
Con el fin de generar una reflexión, me puse en el trabajo de recopilar algunas de las frases más despiadadas e irresponsables que han circulado en los últimos tres días en Twitter. Que nos sirvan para aceptar los errores que estamos cometiendo como sociedad.
ÁLVARO PRADA, representante a la Cámara por el Centro Democrático, sugirió que el presidente Juan Manuel Santos era el responsable del atentado y pidió removerlo del poder.
Momentos después del estallido y sin un pronunciamiento oficial, la representante del Centro Democrático MARÍA FERNANDA CABAL asumió que el ELN estaba detrás del atentado y salió a atacar los esfuerzos del gobierno por conseguir la paz con las guerrillas.
El polémico ex columnista de El Espectador ERNESTO YAMHURE, investigado en el pasado por supuestos nexos con el desaparecido jefe de las AUC Carlos Castaño, se lanzó a asociar lo sucedido en el Andino con la bomba de 2003 en el club El Nogal, que dejó 36 muertos y 167 heridos.
Muy citado y re tuiteado en círculos uribistas, el abogado JAIME ARTURO RESTREPO, tristemente famoso por haber retado a un duelo a muerte al senador del Polo Democrático Iván Cepeda, adjuntó a este trino una serie de fotos explícitas de algunos heridos por el atentado.
El periodista RICARDO PUENTES sugirió en una tanda de trinos que la ONG Proyectar Sin Fronteras, en la que hizo una pasantía de seis meses Julie Huynh, la ciudadana francesa que mató la bomba en el Andino, tenía vínculos con la guerrilla.
El periodista GONZALO GUILLÉN, columnista de Semana.com, se fue lanza en ristre contra los uribistas y dio a entender que estaban de celebración.
El periodista y libretista GUSTAVO BOLÍVAR, sin tener pruebas y sin que hubiera un pronunciamiento oficial, salió con su propia teoría y acusó a la “ultraderecha”.
En vez de unirnos en torno a la tragedia, en vez de expresar nuestra solidaridad de forma colectiva y en vez de decirles a los violentos que no tenemos miedo (cosa que haría un país medianamente sensato), los colombianos optamos por insultarnos y despreciarnos entre nosotros mismos.
Esto no puede seguir así.
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NOTA DE OPINIÓN firmada por Diego Alarcón, director del website El Pacifista y tomada de su original