En Barrancabermeja el debate sobre ‘el espacio público’ sigue abierto. Por un lado están quienes opinan que por cuenta de la pobreza y el desempleo —flagelos que causan un profundo impacto en nuestra sociedad— se les deben permitir a los ciudadanos ciertas violaciones de la ley en el entendido que prima «el derecho al trabajo sobre el derecho al espacio público», por el otro lado, están quienes consideran que si la Alcaldía Municipal dispone y les ofrece a los vendedores ambulantes centros comerciales amplios, confortables, bien ubicados, con un canon de arrendamiento barato, pero aun así los locales se hallan desocupados en más de un 50%, «el problema no es de pobreza sino de indisciplina y falta de cultura ciudadana».
Hoy, el municipio de Barrancabermeja es el propietario de un moderno edificio avaluado en más de $ 50.000 mil millones de pesos —me refiero al CPC (Centro Popular Comercial) — un inmueble construido para que fueran los vendedores ambulantes los que lo ocuparan y desde allí ofrecieran sus bienes y servicios con dignidad, que es la que tanto reclaman y que —por supuesto— tienen todo el derecho a exigirla.
Sin embargo, cuando se creía que los problemas del espacio público en Barrancabermeja iban por la vía de la solución y que los vendedores ambulantes trabajarían con decencia y decoro —como debe ser y se lo merecen— estos señores decidieron NO ocupar sus instalaciones.
Esto es bueno que la ciudadanía lo sepa.
La Alcaldía le cobra a un vendedor ambulante $ 50.000 pesos mensuales de arriendo y la Administración del CPC $ 37.500 mensuales de cuota de administración, pero … vaya sorpresas que da la vida, esos mismos locales han sido ‘sub-arrendados’ —por los mismos vendedores ambulantes— en $ 300.000 pesos mensuales a otros comerciantes —ellos si más organizados— que tienen montados sus negocios, mientras los vendedores ambulantes se regresaron a invadir la zona de la calle 49 bajo el argumento de que en el CPC «no llega nadie».
Yo me pregunto, si «no llega nadie» ¿cómo hacen para mantenerse los negocios que allí vienen funcionando desde hace 8 años?
Por supuesto que estamos al frente de lo que se conoce como ‘la viveza del avispado’ que parece ser el patrón formativo de un sector de la actual Barrancabermeja.
En nuestra ciudad, lamentablemente, se ha ido afianzando una desvalorización del acatamiento a las normas, hoy sumida en la cultura del ‘todo se vale’.
Yo creo —y me van a perdonar muchos de ustedes— pero en Barrancabermeja no podemos seguir cultivando, bajo el pretexto de la pobreza y el desempleo, la incubación del desorden, la anarquía y el caos porque va a terminar ‘más cara la cura que la enfermedad’ y no sabemos, ni para donde vamos, ni qué clase de ciudad es la que estamos construyendo a nuestros hijos.
Se ha vuelto ‘normal’ el motociclista en contravía, los basureros en plena vía pública, la pasada del semáforo en rojo, los jíbaros vendiendo droga a domicilio de frente delante de todo el mundo, algunos ciudadanos vendiendo carne de burro, incluso ya se dice que muchos ‘moto taxistas’ terminan atracando a las damas en plena vía pública y no pasa nada.
Sin duda, cada vez se hace más evidente la cultura de la ilegalidad, el predominio de los intereses particulares sobre los colectivos, la percepción de que el costo del delito es nulo frente a los beneficios que trae y la implantación de un modelo de ascenso social rápido: — «yo no lo tumbé, él se cayó solito», suele uno escuchar a muchos avivatos en la calle.
La alabanza al delincuente, el auge del vivo, la impunidad y la ausencia de un autocontrol ciudadano y hasta oportunistas de la politiquería ‘sacándole jugo’ al tema, son hoy las más claras manifestaciones de lo que estamos viviendo.
— ¿Es esa la Barrancabermeja que estamos construyendo para nuestros hijos?
—¿Ciudadanos astutos, aprovechados, hábiles para la trampa, personas con inteligencia práctica y buenas para sacar provecho de las circunstancias?
Entonces NO nos rasguemos las vestiduras cuando veamos en escena la nueva versión del ciudadano actual, el habitante trivial, ligero, frívolo, que ‘lo acepta todo’ porque carece de criterios sólidos, llegando a ser muy permisivo. Son ciudadanos que no creen en el esfuerzo personal que por años que se necesita para consolidar un proyecto, todo lo quieren rápido… y lo más grave, ciudadanos sin vínculos y totalmente descomprometidos con Barrancabermeja.
La situación ha llegado a límites insospechados, aún hasta en los colegios.
Hace unos días una profesora amiga, alarmada por el tema, me comentaba que hoy en el imaginario social se descalifica al que obra correctamente y sobresale por sus virtudes académicas. El buen estudiante es discriminado, convertido en objeto de burlas y, en muchas ocasiones, víctima del matoneo, mientras que ‘el héroe en el colegio’ es el avivato y el más hábil para la trampa y la copialina.
Y por supuesto que, posteriormente, los resultados se reflejan en los comportamientos ciudadanos: el avispado NO hace filas, NO respeta los turnos, saca la basura los días que no corresponden, le importa ‘un pepino’ el aseo de la ciudad, siempre está esperando ‘el papayazo’ y tiene mil artimañas para burlar cualquier norma social o legal que impida alcanzar sus ambiciones.
Ahí veo todos los días por las redes sociales a nuestro buen amigo Ricardo Gómez (Mucho Zurrón) suplicándole a la gente que NO boten las basuras en la vía pública y muchas veces lo que recibe de respuesta es un escupitazo: “No sea sapo”.
¡Ay dolor! … Después nos quejamos que 50.000 ciudadanos votaron hace cuatro años por un candidato que tenía bajo sus espaldas (dos) 2 alcaldías corruptas y llenas de escándalos.
¿Esa es la ciudad que queremos para nuestros hijos?
No es muy claro el futuro de una región con ciudadanos tolerantes con la informalidad, cómodos en la ilegalidad, que justifican, permanentemente, las vías de hecho y las alternativas fuera de la institucionalidad.
No podemos seguir permitiendo los patrones de conducta de los ‘encaramadores de pendejos’ cuya victoria reside en ‘tumbar al otro’ en cada oportunidad y sacar el mayor provecho en cada relación.
Una cosa es apoyar a los ciudadanos para que salgan de la pobreza y otra muy diferente es permitirles que sigan encantados con la ‘cultura del atajo’, como cuando se comprueba que el ‘vendedor ambulante’ es el mismo dueño del negocio de dónde saca la mercancía y mientras tanto hay más de 100 locales comerciales desocupados en el CPC en pleno centro de la ciudad a la espera de que los ocupen los vendedores ambulantes a solo $ 50.000 pesos mensuales de arriendo.
Qué pena… pero ahí si estamos mal.
Aclaro, una cosa es ser astuto, hábil, despierto, recursivo y vivo para emprender un negocio y otra muy diferente cuando esas ‘cualidades’ se aplican para burlar los límites éticos, pasearse por la faja el código penal y violar la ley.
El verdadero empresario mira el largo plazo, dimensiona el porvenir, construye vínculos de confianza. Creo que a eso es a lo que tenemos que apostarle si queremos una Barrancabermeja responsable, seria y competitiva.
En una ciudad como Barrancabermeja, en donde la mayoría de sus habitantes es gente honesta, vale la pena apostarle a estas iniciativas. Al fin de cuentas, es el presente y el futuro de nuestros hijos los que están en juego.
¡El debate queda abierto!
He dicho.
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ROSBERG PERILLA PÉREZ es un habitual columnista de BARRANCABERMEJA VIRTUAL. Puede ser contactado en el correo electrónico: [email protected]