Por: Darío Echeverry Jr.
En medio de tantos temas que toman por asalto a nuestra sociedad, cada coyuntura trae a colación un asunto de interés público que en el mejor de los casos esconde y en el peor entierra otras cuestiones muchas de ellas sin solución, dejando una estela de cosas a medio resolver, o sin resolver, que va construyendo esa colcha de retazos que se puede denominar como nación.
A pesar de esta circunstancia, de un país a medio construir, se viene hablando desde hace algunos años sin que capte todo el interés publico acerca de lo que se podría llamar el deber de memoria o el deber de olvido que debe resolver el país en una delicada fórmula que permita afrontar lo sucedido en las últimas décadas de conflicto armado de cara a la sociedad y a sus víctimas.
Y esto no es un asunto menor, representa un hecho fundamental en la tan necesaria reconciliación de los habitantes de esta nación. Los ejemplos abundan en relación a los excesos o carencias de estos procesos y sus consecuencias en las naciones. Es cierto y hay que destacar que cada cultura, tradición y costumbre nacional es diferente y cada sociedad construye su propia memoria, sería equivocado imponer formulas o seguir recetas al pie de la letra, pero es necesario establecer unos mínimos a partir de los cuales los ciudadanos decidan como construir, o reconstruir su pasado, como elemento fundamental para construir el futuro.
En este sentido no hay que olvidar que en este país se hace una fácil relación entre las deferentes violencias que se han desarrollado en la historia nacional. Los casos más recientes se vislumbran cuando se encadena la llamada violencia política con el bandolerismo y luego con las guerrillas comunistas, es decir con el actual conflicto, y aunque este puede sonar como un análisis simplista y hasta sin fundamento factico, es cierto que hay una especia de encadenamiento de hechos y un imaginario social acerca de esta continuación de la violencia en el país. Y una de las razones de esta reproducción del conflicto armado se relaciona con la incapacidad de nuestra sociedad de construir de manera pública y concertada la relación de los hechos que sucedieron de manera completa, es decir la memoria. Al mismo tiempo e íntimamente relacionado con lo anterior está el hecho de que de manera intencionada pero también como forma de sobrellevar una pesada carga, se ha dejado sin mención en unos casos o ignorado en otros, mucho de lo sucedido, el olvido. El reto ahora es quebrar ese círculo vicioso y construir memoria y olvido de acuerdo a un consenso nacional donde las víctimas sean los líderes del proceso.