Por: Jaime Calderón Herrera
Nuestro planeta azul debe su color a la inmensa cantidad de agua que posee, solo que el 97% de ella es agua de mar, no apta para irrigar cultivos ni para consumo de animales y humanos.
Del 3% consumible, dos tercios se ubica en los glaciares y capas de hielo y el tercio restante de agua líquida, en su mayor parte se encuentra atrapado en los acuíferos subterráneos, los cuales contienen el líquido con condiciones variables de potabilidad y accesibilidad.
Escasamente 162 billones de “acres-pies” están en la superficie. La mayor parte en los lagos y en la tierra, en mucha menor cantidad en la atmósfera, ciénagas, humedales y ríos.
Estos datos muestran una realidad estadística, pero el agua está en constante movimiento, haciendo que la cantidad que nosotros pudiéramos disponer, con las actuales tecnologías no llegue al 8% del agua dulce existente.
Curiosamente, los grandes acuíferos están en zonas desérticas, los tres ríos más caudalosos (Amazonas, Congo y Orinoco) recorren su mayor parte por selvas inhóspitas, y los siete siguientes en caudal, por áreas desoladas, camino al Ártico.
Colombia es uno de los seis países, junto con Brasil, Rusia, Canadá, Indonesia y China, que en conjunto poseen la mitad de los recursos de agua dulce, necesarios para el consumo, pero por sobre todo para irrigar los cultivos.
Una persona puede llegar a consumir galón y medio de agua diariamente, incluyendo la ducha y demás usos. El verdadero consumo de agua es el que hacemos para obtener lo que comemos y vestimos. Cultivar una libra de arroz puede requerir 600 galones, una de trigo, 130; una de tomate, 65 y para alimentar una res para obtener una hamburguesa de ¼ de libra, ¡3.000 galones!
El Páramo de Santurbán es una muy importante fuente de agua dulce, que aloja en su interior grandes cantidades de oro. Es una riqueza infinita, que puede convertirse en una desgracia inconmensurable. Inversionistas canadienses, brasileños y de cualquier parte, ya poseen los títulos, la tecnología, la codicia y la sumisión de los lugareños.
Vienen por el oro, sí, pero también vienen por el agua, y nosotros hablando cháchara.