Por: Darío Echeverry Jr.
Al revisar las diferentes manifestaciones del estado de naturaleza reinante en la ciudad, ese caos citadino que pulula por doquier, el entendimiento se ve asaltado por múltiples preguntas, porque sucede, quienes son los responsables, como resolver la situación, entre otras, y lo primero que se me viene a la cabeza es el tema de la ciudadanía como respuesta a todos estos interrogantes.
Y porque ciudadanía, pues ese concepto y esa práctica social son tanto la causa como la solución a muchos problemas políticos y sociales, mas aun en las sociedades modernas cada vez más complejas que le presentan al ciudadano cada vez mas situaciones y hechos que retan su capacidad de convivir en sociedad.
La cuestión es simple, nuestro municipio carece de una ciudadanía, de un grupo humano consciente de su rol social y político dentro del conglomerado humano en el que le toco vivir, y que actué de acuerdo a ese papel. Esto quiere decir que tenemos una población que sabe algunas cosas de su rol político y social, que a veces sale a votar por ejemplo, pero que escasamente las ejercita, dedicándose solo a desarrollar acciones en su ámbito privado, que lamentablemente por el desconocimiento olvida muchas veces que es público como el caso de las diferentes actividades de comercio o construcción que invaden el espacio público, y desdeña sus responsabilidades ciudadanas, como las de veeduría de la gestión del Estado o la participación en los asuntos públicos.
Esto que puede ser abstracto se manifiesta en la realidad de varias formas, como cuando se aprecia una ciudadanía que no le pide cuentas de su actividad a sus autoridades, ni a la alcaldía, ni a la policía, ni a la fiscalía, por solo mencionar algunas instituciones; cuando se eligen candidatos a cargos públicos de acuerdo a las pasiones y a los intereses individuales; cuando no se participa o apoya en las veedurías; cuando no se participa en actividades políticas o electorales; cuando se desconocen las regulaciones y normas como las de espacio público o de transito; y así muchas más situaciones que revelan la débil capacidad ciudadana de los pobladores de esta ciudad.
La solución puede ser enunciada de forma sencilla pero su ejecución es compleja, y es educar ciudadanos. Es formar tanto a los más jóvenes como a los ya adultos en su papel social y político, en sus responsabilidades y derechos, en su compromiso con su ciudad y su país. Esto requiere un trabajo de largo plazo y continúo de formación en cultura ciudadana, política, filosofía, historia y conocimiento del Estado, que se debe iniciar en las escuelas pero que debe continuar en las diferentes entidades, tanto públicas como privadas. Esto requiere de un esfuerzo del Estado en todos sus niveles, pero también un compromiso de las organizaciones sociales, comunitarias y gremiales, que deben impulsar esta monumental tarea como parte de su papel en la sociedad. Y es que solo cuando se tenga conciencia de que las personas ejercen la ciudadanía sin importar donde trabajen o cuanto ganen, la sociedad podrá resolver sus problemas.