Por Jorge Gómez Pinilla
La incisiva periodista María Jimena Duzán escribió este domingo 9 de enero una columna en Semana donde desde su título ensalza a Horacio Serpa como “el mejor de los mejores”, pero a continuación lo descalifica por haberle recibido un homenaje a Francisco Serrano, importante y “próspero” avicultor santandereano. Lao Tse decía que “si quieres efectivamente humillar a alguien, primero debes engrandecerlo”. En el caso que nos ocupa, pareciera aplicarse dicha máxima.
Dice allí que “no le queda bien al gobernador andar en esos ágapes mientras casi todas las carreteras de su departamento están interrumpidas”. Esos ágapes son “los homenajes que se le están haciendo en Bucaramanga”, a los cuales debería renunciar, según la Duzán. Lo primero que un lector desprevenido piensa es que la columnista andaba ese día con resaca o sin tema y agarró lo primero que tuvo a la mano, popularidad de Serpa versus invierno, o algo por el estilo, porque no muestra sindéresis parangonar los reconocimientos sociales que ha recibido el mandatario de Santander (en su condición de mejor gobernador y gestión más transparente) con el estado de las carreteras, como si él hubiera sido el culpable de los destrozos causados por las lluvias o de la falla geológica que inutilizó varios kilómetros de la vía a Barrancabermeja, y por tanto debería hacerles el feo a los homenajes e irse a echar pico y pala al borde del camino, para reparar el daño que causó.
No se necesita que Serpa sea santo de nuestra devoción para advertir cierta mala leche, sobre todo cuando compara unas cuñas radiales de la administración de Santander con las que hizo Juan Carlos Abadía en su controvertida gobernación en el Valle del Cauca. Si la Duzán se hubiera tomado la molestia de averiguar habría sabido –como aclaró la jefe de Prensa de la Gobernación, Mónika Leal- que esas cuñas “hacían parte de un paquete publicitario pactado en septiembre de 2010, con motivo de la visita de Darío Arizmendi a Santander”, y que “por esa pauta ellos bonificaron unas cuñas nacionales: el mejor Gobernador fue elegido en noviembre, y Caracol propuso que ése fuera el mensaje de las cuñas bonificadas para diciembre”. Como quien dice, que no eran Publicidad Política Pagada (como insinúa la columnista) sino Publicidad Institucional Gratuita. Pero el daño quedó hecho, sobre todo cuando cometió el despropósito de emparentar –y por lo bajo- al mejor gobernador de Colombia con quien fácilmente pudo ser el peor, en la medida en que fue destituido por su participación política a favor de la campaña de Andrés Felipe Arias, de ingrata recordación (ambos).
Que conste que María Jimena Duzán siempre ha sido objeto de nuestra más ferviente admiración, por cuenta tanto de su valentía al confrontar a los poderosos y a ciertas fuerzas oscuras, como por la claridad analítica en la exposición de sus motivos. Pero aquí sí se pifió, porque dejó ver que su pleito con Serpa quizá ya es personal, y cualquier referencia al Proceso 8.000 no es simple coincidencia. De paso nos hizo recordar otra columna que escribió en abril de 2005 (“Un Serpa jurásico”), donde dijo que “a Horacio Serpa le está pasando lo de Juan Pablo Montoya: cuando no llega de segundo, suele estrellarse antes de llegar a la meta”. Y agregó que “eso le ha ocurrido desde que renunció a la embajada ante la OEA en Washington y decidió volver al país: se le ve errático, desubicado y extemporáneo, por no decir que jurásico”.
Sin desconocer que allí la Duzán señaló –cual dedo en la llaga- el más grave error político que pudo cometer Serpa en su larga carrera política (haberle recibido esa embajada a Álvaro Uribe) el error de su afirmación se comprueba en que dos años después el hombre se hizo elegir gobernador de Santander, y tres años después de su gestión un empresario “próspero” (¿cuál será la molestia en que sea próspero?) como Francisco Serrano lo proclamó “otra vez” candidato a la Presidencia, para disgusto de la columnista.
De otro lado, también se descacha cuando remata diciendo que “no cualquiera logra convertirse en el mejor gobernador del país (…) en medio de semejante catástrofe”. Es sabido que esa distinción se le otorgó el lunes 15 de noviembre, como resultado de una encuesta realizada semanas atrás por la firma Cifras y Conceptos, de César Caballero. De modo que no fue primero la catástrofe y después la designación, sino a la inversa. O, siendo benignos, hasta cierto punto coincidentes.
Para no alargar la pita en un tema regional, la tan citada columna nos trajo a la memoria un mentado refrán, según el cual “los médicos también se mueren”. No sería de extrañar entonces que al puro comienzo de 2011 la periodista se haya sentido errática, desubicada o extemporánea, por no decir que jurásica; y, pese a ser la mejor columnista del país (al menos en su género, para no suscitar envidias entre el sexo opuesto), ese día haya escrito la que sin dificultad podría ser calificada como su peor columna.