Por: Horacio Serpa Uribe
Nunca en mi vida había visto tanto dolor producido por la lluvia. Ríos, quebradas y represas se han desbordado y han inundado campos, pueblos, caseríos; han desbaratado la red vial y han incomunicado la nación. Casi dos millones de personas damnificadas, miles muertas. En Bello, Antioquia, un barranco se vino encima de un barrio de gente humilde y se llevó por delante la vida de más de cien personas.
Colombia llora esta tragedia climática. El país está inundado de dolor. Y las lágrimas no cesan. Las imágenes de los noticieros muestran una nación anegada, en la que todos los días crece el número de víctimas.
Más de 180 mil hectáreas están bajo el agua. Se han perdido las cosechas, se han ahogado los hatos. Se han esfumado los sueños. La pobreza se está multiplicando. El desempleo aumenta por el cierre de fincas, agroindustrias, famiempresas. Esta Navidad será de angustia y desesperación para quienes han sido golpeados por la naturaleza.
Muchos nos preguntamos por qué el invierno ha generado tantos caos y destrucción. Es como si todas nuestras carreteras estuvieran hechas con greda, o nadie hubiera prevenido los posibles efectos de la lluvia en los pueblos cercanos a los ríos o los barrios subnormales.
En Santander las vías están deshechas. Somos un departamento incomunicado por el hundimiento de la tierra. Esta situación es grave en una región ubicada en el corazón de Colombia, paso obligado de mercancías y personas hacia la Costa Atlántica o la región Andina.
Una catástrofe climática de estas magnitudes no estaba en las cuentas de nadie y significará un grave atraso al desarrollo nacional. Llevar solidaridad, bienestar y esperanza a más de medio país afectado por este fenómeno, será la más dura prueba para el Presidente Santos, quien deberá demostrar que tiene el coraje para derrotar a las Farc y, al mismo tiempo, para doblegar la insolidaridad del Estado y los particulares.
No hay cálculos de cuánto costará la recuperación de los daños causados por las lluvias. Algunos expertos la calculan en un punto del PIB. El Presidente, junto con los gobernadores y alcaldes, tenemos ante nosotros el reto más grande.
Pero los departamentos y municipios no contamos con recursos para enfrentar este tipo de desgracias. El Gobierno Nacional tendrá que sacar plata de donde no tiene para superar la crisis. Se necesita más que buena voluntad para salir adelante.
La ayuda internacional no llega aún, a pesar de que el BID anunció un crédito de 350 millones de dólares. Los colombianos tampoco han hecho gala de la generosidad que se esperaba con la campaña Colombia Humanitaria.
En estas épocas de fin de año no hay nada que celebrar; sí mucho por trabajar para sacar de la miseria a quienes lo perdieron todo. Para planificar la asistencia y la recuperación de la malla vial, las economías regionales y locales y prevenir brotes de epidemias o desmadre de la delincuencia.
Los colombianos tenemos que romper el muro de la insolidaridad y ser generosos en la adversidad. Tenemos que abrir nuestros corazones y ayudar a sacar este país adelante.
Bucaramanga, 8 de Diciembre, 2010