Por: Horacio Serpa
Se ahoga el gran Río. No en las inundaciones que está provocando el intenso invierno, sino en el debate que se adelanta en el Congreso Nacional sobre regalías.
En la Constituyente de 1991 se creó la Corporación de Desarrollo del Río Magdalena, para que el más importante recurso natural del país tuviera un doliente que evitara su destrucción. Para que lograra la meta colosal de su recuperación, se le asignaron recursos de regalías que están a punto de perderse en la reforma que estudia el Senado de la República. A lo más, se está considerando alguna asignación para obras públicas en los municipios ribereños.
Está muy bien pensar en estas localidades, pobres de solemnidad, abandonadas, marginadas.
Pero sería un exabrupto dejar al Rio sin presupuesto, cuando es la obra por excelencia que requiere Colombia. No tenemos patrimonio más importante, ni más necesario para el crecimiento económico y el adelanto social. El Río es vida, es carne, es riego y por consiguiente comida, es energía, deporte, recreación, transporte. Todo lo que de fundamental le hace falta al pueblo colombiano, está en el Río.
Al debate sobre regalías le falta análisis. Regalía no es sinónimo de regalo, es indemnización, es compensación, es equilibrio. Es falso que todo en el sistema de regalías sea corrupción, despilfarro, ineficiencia. Es mentira que las regiones productoras se queden con toda la renta petrolera, cuando la Nación se toma el 80%. No es verdad que a solo 120 municipios lleguen regalías, ni que la Nación no reciba ni distribuya regalías.
Las regiones productoras no se oponen a la equidad, ni a que se apoye la Ciencia y la Tecnología. Tampoco a que se atienda el grave asunto pensional, que ya recibe parte de las regalías. Menos a que todos los compatriotas se beneficien de la bonanza petrolera y minera anunciada. Pero es preciso que se miren con atención, realismo y equidad —aquí si cae bien el adecuado sentido de la palabra— las diversas y complejas situaciones que se presentan en las zonas productoras. También debe examinarse que se trata de explotación de recursos naturales no renovables. Unas y otra imponen priorizar aportes para estas regiones.
Debe señalarse que siendo las regalías, por mandato constitucional, de propiedad de las regiones, si de verdad no existe por parte de la Nación el propósito de quedarse con parte de ellas, una ley es suficiente para hacer la distribución que se echa de menos. Sobra la reforma constitucional, que además es antitécnica en cuanto señala porcentajes y hace apropiaciones específicas sobre aspectos, materias e ingresos sujetos a permanentes variaciones, mas por razones externas que propias.
Por si fuera poco, la propuesta es regresiva pues atenta en materia grave contra la descentralización. No solo por los recursos. También porque el centro pretende apoderarse del poder de definición y aplicación de estos valores, negándole a los Municipios y Departamentos el derecho a ser responsables de su propio destino. ¡Centralismo puro! ¡Puro centralismo!
Bucaramanga, 12 d Octubre, 2010