Por: Horacio Serpa Uribe
Repito con entusiasmo y convencimiento lo que he escuchado varias veces en los últimos días: es larga y buena la lista de aspirantes a la Presidencia de la República. Colombia tiene con quienes. Magnífico, pero no es suficiente. Hay que aprovechar la oportunidad para ejercer la política con responsabilidad y seriedad.
Se desconfía de la política, como de los políticos, porque no hay seriedad, ni coherencia, ni estabilidad, ni transparencia. Es lo que dicen en diferentes partes, muchas veces sin razón, o por generalización, o porque siguen los desafueros y los errores. Entonces, hay que aprestigiar la política y estas elecciones son una gran oportunidad.
Hoy hay un tema que mortifica y escandaliza: el transfuguismo. La situación que se da con los que hoy están aquí, mañana allá, y pasado no se sabe donde. Son los “voltearepas” de antes, que generalmente recibían el repudio ciudadano. Ahora hay normas, reglas, prohibiciones, y “ni por esas”. Los casos se multiplican, muchas veces son aplaudidos y la felonía se mal identifica con la audacia.
La excusa es que solo la lealtad partidista obliga a los parlamentarios, porque es lo que dice la ley. No hay tal. Debe irse más allá de la ley. ¿Acaso ya no hay dignidad? ¿Estamos tan fregados que el pundonor no existe? ¿Ni la confianza, ni la responsabilidad, ni la seriedad, ni el compromiso, ni es obligante respetar la palabra empeñada? No se puede seguir aceptando que en la política vale todo.
No pretendo decir que todo el mundo se rija por la lealtad partidista. Me refiero a los dirigentes. La franja, la opinión, los independientes, el grueso público, tienen todo el derecho de buscar donde estar. Pero ser dirigente, militar en una causa, impone obligaciones.
Por ejemplo, no es apropiado que quien ayer dirigió a un Partido, hoy no apoye a su candidato presidencial.
Tampoco que quien participó en una Consulta Popular buscando la candidatura de su Partido, no respalde a quien la ganó.
No lo es ver a quien fuera Congresista, Presidente de su Dirección Nacional y precandidato Presidencial, como Gerente Político del candidato de otro Partido.
Estos y otros casos corresponden a personas muy importantes, de mucha trascendencia en la vida pública nacional. Los menciono por eso, por la estatura política que han logrado. No pretendo mortificar a nadie y juro que son apreciaciones sin ninguna intención electoral. Son preocupaciones de un político que respeta su actividad y ve que todos los días se desmejora más y más.
Se lo difícil que es la política. Sus enredos y contradicciones, los intereses que se enfrentan, la diversidad de los conceptos. No es fácil. Pero debe hacerse un esfuerzo para recobrar la confianza perdida. Demasiadas cosas graves han ocurrido.
Está fresca la participación del narcotráfico en la política, también la guerrilla y el paramilitarismo. Igual la corrupción en los contratos públicos. Hay que lograr que la gente vuelva a creer. Hay con quienes. Pero hay que hacerlo ahora.
Bogotá D.C., 30 de Marzo, 2010