Inicio Ed. Medio Mag La naturaleza insultante del autoproclamado centro político y su “superioridad moral”

La naturaleza insultante del autoproclamado centro político y su “superioridad moral”

La pretensión de superioridad moral y objetividad del autoproclamado centro político plantea importantes cuestiones sobre la naturaleza de su postura. Si bien defender la razón y la racionalidad es encomiable, la tendencia a descartar a los demás como parciales e irracionales, sumada a un elitismo subyacente, puede socavar los mismos principios que dicen defender.

En los últimos tiempos, el autoproclamado centro político ha llamado la atención por su percibida superioridad moral y su actitud arrogante hacia otras ideologías políticas. 

Los defensores de esta perspectiva centrista a menudo critican tanto a la izquierda como a la derecha, afirmando que son los únicos que poseen objetividad y están libres de sesgos ideológicos. Sin embargo, esta afirmación de ser terreno neutral plantea dudas sobre la sinceridad de sus intenciones y resalta una posible fachada de racionalismo que enmascara el elitismo.

Uno de los aspectos más sorprendentes del autoproclamado centro político es su tendencia a considerar a los demás como inherentemente parciales e irracionales. 

Aquellos que se identifican con el centro a menudo se presentan a sí mismos como árbitros de la razón, descartando las creencias y convicciones de aquellos de izquierda o derecha como meras deficiencias emocionales o ideológicas. 

Esta actitud de superioridad no sólo socava la diversidad de opiniones dentro del espectro político sino que también fomenta un ambiente de desdén y arrogancia.

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En el centro de la postura del autoproclamado centro está la creencia en su propia objetividad y falta de parcialidad. 

Sostienen que mientras otros se dejan llevar por la ideología, ellos se guían únicamente por la razón y la evidencia. Esta afirmación, sin embargo, puede verse como una forma de arrogancia intelectual, ya que implica que quienes están fuera del centro son incapaces de pensar racionalmente. 

El peligro aquí radica en la posibilidad de que el centro ignore las preocupaciones y perspectivas válidas de los demás, lo que conduciría a una comprensión distorsionada e incompleta de las complejas cuestiones que nos ocupan.

Además, el desprecio por parte del autoproclamado centro de la izquierda y la derecha como meros ideólogos puede verse como un intento apenas disimulado de enmascarar su propio elitismo. 

Al posicionarse como unos pocos ilustrados que se elevan por encima de la lucha ideológica, pueden perpetuar sin darse cuenta un sentido de derecho y una creencia en su derecho inherente a liderar y guiar la sociedad. Esta actitud puede alienar a grandes segmentos de la población, creando una dinámica divisiva que socava la idea misma de un centro político unificado e inclusivo.

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La tendencia a etiquetar a los de izquierda como «chusma» irracionales (un término frecuentemente usado de manera peyorativa para referirse a la gente común) ejemplifica aún más el trasfondo elitista dentro del autoproclamado centro. 

Esta caracterización no sólo simplifica demasiado la diversa gama de opiniones dentro de las ideologías de izquierda, sino que también refuerza una narrativa divisiva que enfrenta al centro con el resto de la sociedad. 

Un enfoque tan binario y desdeñoso del discurso político obstaculiza el diálogo constructivo y perpetúa un sentido de superioridad moral que puede ser más dañino que unificador.

La pretensión de superioridad moral y objetividad del autoproclamado centro político plantea importantes cuestiones sobre la naturaleza de su postura. Si bien defender la razón y la racionalidad es encomiable, la tendencia a descartar a los demás como parciales e irracionales, sumada a un elitismo subyacente, puede socavar los mismos principios que dicen defender. 

Un centro político verdaderamente inclusivo y constructivo debería esforzarse por comprender e interactuar con una amplia gama de perspectivas, reconociendo la complejidad de las ideologías políticas en lugar de recurrir a generalizaciones desdeñosas.

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