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Opinión en riesgo

Opinión en riesgoEditorial El Medio Magdalena. 

 

– Los acontecimientos de los últimos días revelan que las libertades básicas de una democracia moderna, como la de expresión, opinión y prensa, están siendo perseguidas y atacadas de manera frontal y sin ningún recato o prudencia.

 

Y no es solo un ataque de los poderosos o las oligarquías o los ricos, también los medios de comunicación masiva y hasta por los ciudadanos del común, que a través de las facilidades que ahora dan las redes sociales se han convertido en verdaderos inquisidores, jueces, jurados y verdugos.

 

La realidad es que las libertades básicas para que una democracia funcione están siendo atacadas por todos los flancos y por todas clase de personas y organizaciones y la cuestión es que no se ve que esta situación pueda atenuarse o disminuirse en el futuro, todo lo contrario, cada vez se ve un panorama cada vez más opresivo para aquellos que piensan diferente a las corrientes de opinión dominantes, lo que representa un verdadero desafío al quehacer político de estos tiempos.

 

Es necesario hacer una salvedad, y es que cada vez más gente, personas, organizaciones, empresas y medios, abusan de las libertades y garantías políticas.

 

En este sentido la libertad de expresión y de opinión, junto a la libertad de prensa, se practican de formas que cada vez más rayan con la abierta injuria y calumnia, la línea que separa las manifestaciones y pensamientos de las ofensas y agravios cada vez es más difusa, y las libertades políticas son usadas como excusas para agredir la dignidad humana.

 

Se hace necesario que exista mayor responsabilidad política para evitar que sea la condición humana la que sea lastimada por los excesos de aquellos que abusan de las libertades políticas y que no son debidamente amonestados por una sociedad ávida de morbo y amarillismo, e incapaz de regular los excesos hacia sus propios ciudadanos, que sufren maltratos e ignominia.

 

Pero también es indispensable reconocer que se está haciendo costumbre ver como se ataca de manera indiscriminada al que piensa diferente, al que opina de manera opuesta y al que opina distinto. Y lo peor del asunto es que todas las corrientes políticas, sociales, económicas y hasta religiosas han asumido posiciones de este tipo.

 

La opinión publica ve pocos faros de orientación y lo que ven son líderes y dirigentes que agreden, al contrario, al otro que piensa y opina distinto.

 

La capacidad de discutir ideas, de confrontar argumentos y de intercambiar opiniones se pierde en el mar de agresiones e insultos que hunden la heterogeneidad de puntos de vista, pues solo sobreviven las escasas corrientes dominantes.

 

La cuestión ha ido escalando y ha pasado del plano de las opiniones callejeras o de las publicaciones en redes sociales, y también ha llegado a los estrados judiciales, donde las demandas buscan resolver los excesos.

 

Frente a los cuestionamientos que se hacen, cuando estos son formulados con respeto, en medios de comunicación o redes sociales no hay respuestas ni debates críticos, lo que ocasiona es una andanada de agresiones que lejos de resolver dudas políticas o sociales, incrementa la desconfianza ciudadana pues no hay respuestas ni información clara, solo ofensas e insultos.

 

En el plano político es indispensable que se supere esa constante prevención sobre el que opina diferente, pues si se manifiesta una idea contraria a las corrientes de opinión mayoritarias del país inmediatamente llueven los calificativos descalificadores, entonces se encasillan las personas como mamertos o fachos o tibios, lo que no solo enrarece el escenario político, sino que no aporta nada ni al debate, ni a la solución de los problemas.

 

Situación similar ocurre cuando se hacen cuestionamiento a los políticos o candidatos, más en este entorno electoral, que frente a interrogantes y preguntas que les parecen incomodas responden con evasivas, insultos y hasta demandas judiciales, en vez de asumir las discusiones y aportarle al debate electoral, con el fin de tener un electorado más informado.

 

Frente a esta realidad es fundamental defender las libertades y garantías políticas sin desconocer la responsabilidad que existe de proteger la dignidad humana.

 

No es posible hacer política o proselitismo, ni participar en un debate electoral desconociendo que la democracia se nutre de la diferencia, del dialogo y del debate, a partir del cual se debe construir respuestas y fortalecer la capacidad de responder a las aspiraciones ciudadanas.

 

No puede ser tolerado ni aceptado los ataques a la libertad de expresión o de prensa, se debe resolver la diferencia en el dialogo respetuoso de ideas, sin amenazas o insultos, de lo contrario no hay un verdadero proceso electoral sino simplemente la imposición autocrática de posiciones.

 

También hay que señalar la necesidad del respeto en el ejercicio de la expresión y la opinión, no se puede caer en el insulto o la calumnia solamente para ganar la atención ciudadana o desprestigiar a un contrario.

 

La sociedad debe asumir un rol más activo de rechazo a ese tipo de acciones que solo socavan las relaciones sociales y nada le portan a la construcción de comunidad.

 

 

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