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Renuncie, señor Fiscal – Por Daniel Samper Pizano

El esquema es claro: Uribe señala el blanco, Duque carga las armas, usted aprieta el gatillo y Semana se ocupa del entierro.

Renuncie, señor Fiscal – Por Daniel Samper Pizano

Señor fiscal general Francisco Barbosa: poco tiempo en el cargo ha bastado para demostrar su ineptitud en tan difícil posición. Ahora, a medida que se aproximan las elecciones, se ha convertido en un peligro para el país y una bomba de tiempo para la democracia.

Usted no llegó a ese puesto por sus méritos, su prestigio ni su preparación. Ocupa tan alta oficina por un acto de amiguismo de su postulante, el presidente Iván Du- que, fiel benefactor de sus cuates y condiscípulos, y el apoyo del ex- presidente Álvaro Uribe Vélez y su partido.

Usted juró acatar la Constitución y las leyes, pero ha cumplido sobre todo las misiones que le encargan su mentor Duque y el jefe de su jefe, el señor Uribe. En ese sentido, su gestión ha sido de una eficacia plena, casi desvergonzada. Bajo órdenes presidenciales, y en contra de la posición de la Comisión de la ONU para los Derechos Humanos, usted pretende reducir la cuenta de víctimas de la violencia utilizando cifras incompletas. En vez de paz, aritmética acomodada.

Enamorado de su propio ascenso personal, flota usted en un éxtasis de vanidad que lo impulsa a difundir cuñas sobre su trabajo dignas de productos de supermercado y convoca a actos de prensa tanto para anunciar sus proyectos como para informar la captura de delincuentes o de roba gallinas.

Lejos de tranquilizar a la ciudadanía, las frases megalómanas que usted pronuncia para promoverse (“Estamos haciendo la mejor Fiscalía de la Historia”… “Tengo la mayor formación del personal de mi generación en este país”) despiertan seria preocupación: la que sus- citan los desvaríos de un poderoso.

A los contribuyentes nos sale muy costosa su egolatría. Según La Silla Vacía, usted contrató a un estratega de imagen que cobró 128 millones de pesos; y, según la FM, pagó 4.690 millones a la agencia de publicidad Du Brands por una asesoría de seis meses. (Daniel Coronell ha demostrado en Los Danieles los nexos de esta empresa con el partido del gobierno).

En su arrebato por ofrecer una imagen de eficiente trabajador, no siempre estas informaciones se afincan sobre bases sólidas y toman partido prematuramente en los procesos. Muchas de los textos sobre actos de la Fiscalía van precedidos por la siguiente frase:

“Bajo el liderazgo del Fiscal General de la Nación, Francisco Barbosa Delgado, se logró…”, etc.

La web de la institución se ha transformado en su espejito. Así lo demuestra la repetida y abigarra- da publicación en la página https://www.fiscalia.gov.co  de dos fotos suyas y tres titulares idénticos que lo promueven en su propio medio como “Personaje al alza” (febrero 8 y marzo 1º. de 2021). Mal jurista, desconoció las jerarquías del Esta- do acordadas por la Constitución y la ley, y en su dudoso viaje familiar a San Andrés dijo ostentar “el segundo cargo más importante de la Nación”.

Su delirante afán publicitario lo impulsó a intervenir en las elecciones ecuatorianas con un inusitado viaje de apoyo al candidato de su ideología… y perdió.

Usted ha confundido la dignidad de la Fiscalía con una varita para ejercer nepotismo a dos bandas y realizar convenientes traslados de amigos suyos.

Usted ha nombrado abogados de poco prestigio y furiosa militancia religiosa para cumplir misiones específicas al servicio de sus patrocinadores políticos. Esto explica la presencia de Ramón Jaimes, fanático católico y discípulo del destituido procurador Alejandro Ordóñez, reconvertido en su ejecutor de confianza.

Usted ha maniatado la autonomía de los fiscales al ordenar que toda decisión se le consulte y requiera su aprobación previa. Este filtro permite saber que no hay acto im- portante de sus subalternos que no sea orientado o al menos bendecido por usted.

Semejante certeza explica varias decisiones claramente políticas que confirman el peligro que usted ofrece para la democracia colombiana. Por un lado, su Fiscalía pe- dirá la preclusión de la causa que se le sigue por diversos delitos a Álvaro Uribe Vélez, y lo hará a partir de una pesquisa que adelantó el fiscal Jaimes sin consultar un solo folio del expediente de 1554 páginas que la Corte Suprema de Justicia acumula sobre el acusado.

Por otro lado, la Fiscalía acaba de imputar al precandidato presidencial Sergio Fajardo por no haber predicho el comportamiento del dólar al firmar en 2013 un como gobernador de Antioquia. Es tan burda la acusación que aun la mano derecha de Uribe, la senado- ra Paloma Valencia, expresó su so- lidaridad con Fajardo.

Un “análisis” instantáneo de la re vista Semana, portavoz de la derecha nacional y aliada de Uribe, se apresuró a decretar la muerte política de Fajardo por cuenta de los cargos de su Fiscalía.

El esquema es claro: Uribe señala el blanco, Duque carga las armas, usted aprieta el gatillo y Semana se ocupa del entierro.

Para completar, la Fiscalía expidió a Uribe diploma de inocencia y, en cambio, ordenó prisión casera, con cargos discutibles, para otro precandidato: el gobernador antioqueño Aníbal Gaviria.

Por todo lo anterior, señor Bar- bosa, con solo trece meses al frente de la Fiscalía y abierto el camino de una elección presidencial, usted ha perdido la confianza de los ciudadanos, si alguna vez la tuvo. Ha demostrado que representa un obstáculo para una campaña política limpia. Su narcisismo es riesgoso y su poder, excesivo: aparte del acceso a los medios y los juzgados, dispone de facultades como las de encarcelar a los enemigos de sus amigos, repartir preclusiones y “adelantar registros, allanamientos, incautaciones e interceptaciones de comunicaciones” (art. 251-2 de la CN).

Todo lo anterior, unido, hace que se presencia al frente de la Fiscalía sea una catástrofe anunciada para la equidad política en Colombia.

Dimita, doctor Barbosa. Permita que su puesto lo ocupe un jurista ilustre por encima de cualquier sospecha y acordado por todos los partidos.

Renuncie, señor fiscal. Hágale este último servicio a Colombia.

Los aviones de Duque

Sumido en la pandemia y amenazado por feroz reforma tributaria, nuestro país se prepara para comprar aviones de guerra. ¿La razón?

“Una posible agresión venezolana”, dice Washington (Colombia Reports). ¿El precio? No se sabe bien: “Más de 1000 millones de dólares” (Reuters); “Más de 4.000 millones” (Infobae); “4.500” (24News). Sé que son cuentas distintas, pero la aritmética dice que los cazas se van a tragar una suma equivalente al 65 por ciento de la tercera reforma fiscal.

Hay una solución mucho más barata, segura y sensata: cambiar la belicosa política hacia Venezuela por la diplomacia.

En vez de las amenazas, procurar acuerdos que permitan a los dos países gastar su escaso dinero en atender las necesidades sociales, no en la compra de bombarderos.

Para aviones, ya tenemos a Duque y su reforma dizque de Transformación Social.


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