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El periodismo en Colombia da asco

El periodismo en Colombia da ascoPor: Pablo Triana Ballesteros

 

Cuando la gente me preguntaba qué había estudiado, detestaba responder que «comunicación social» por el imaginario colectivo al que se articula dicha profesión: niñas lindas y huecas que no sirvieron en el colegio para “materias serias” como matemáticas o física y su única salida fue pelar muela ante una cámara mientras parpadean con cara de no enterarse.

 

Por el contrario, pensaba en figuras como Truman Capote o Luis Tejada Cano y respondía con orgullo, «periodismo, soy periodista».

 

Hoy escucho la radio, veo las noticias, leo la prensa y ante la misma pregunta, agacho la mirada. Qué vergüenza que me vinculen —de algún modo— con lo que hoy en día se ejerce como «periodismo» acá en Colombia.

 

Esta mañana, mi novia prendió la radio en su casa mientras desayunábamos y tuve la desgracia de escuchar a Julio Sánchez Cristo (W Radio) divagar por un buen rato, junto con su “mesa de trabajo”, sobre temas tan trascendentales para la realidad social que atraviesa el país, tales como el rating de RCN que no logra repuntar, ni con el refrito de «Betty la fea».

 

¿Será que —ponerse a hablar de «telenovelas refritas» es algo ético o si quiera profesional—  en un país en el que asesinan a líderes sociales como si fueran moscas por defender los derechos humanos de sus comunidades (históricamente marginadas, saqueadas, y oprimidas), o con un presidente que afirma que «la educación no es un derecho», aún a pesar de que la Constitución lo expone de esa manera, o sirve el territorio nacional en bandeja de plata para que funja como plataforma militar a otro país con ínfulas imperialistas para invadir otra nación soberana como Venezuela?

 

Por alguna extraña razón dejo de pensar en eso y me viene a la memoria la primera plana de El Tiempo del domingo 20 de enero, donde exacerbaban la indignación nacional contra el ELN, sin disimulo alguno, metiendo el dedo en la llaga con fotos de los cadetes que fallecieron en el famoso atentado de la General Santander con un pie de foto lapidario, que sin la usual palabra “presunto”, ya sentencia al ELN como «responsable directo del criminal atentado», sin nunca presentar en ninguna de sus páginas la otra hipótesis de este lamentable hecho y preguntarse a quién le resulta funcional este acto terrorista o quién se beneficia de que tal suceso se haya llevado a cabo.

 

Entonces también recuerdo la época en la que trabajé como redactor de El Tiempo y mi editor me regañaba porque iba a hacer reportería al lugar de los hechos. “¡Hágalo por teléfono!” me vociferaba, lleno de rabia, porque me rehusaba a entender que eso era El Tiempo y lo que primaba era la inmediatez y no la calidad, aun cuando en toda escuela de periodismo que se respete lo primero que te enseñan es que «hacer reportería por teléfono es un crimen de lesa humanidad contra el oficio».

 

Recuerdo además, por qué hace mucho decidí dejar de prestarle atención a los medios y mejor me concentro en las hermosas piernas de mi novia y su sonrisa. Dejo de pensar en pendejadas y la cara de asco se me va.

 

Pero entonces, salgo de su casa, extiendo la mano y me monto en un taxi.   El conductor va escuchando Blu radio, Néstor Javier Morales Corredor, cuñado del actual presidente de Colombia, junto con su equipo de trabajo se encuentran “entrevistando” a un vocero del gobierno venezolano.

 

Le preguntan si van a «decomisar» la ayuda humanitaria, consistente en miles de alimentos y provisiones que el gobierno Duque quiere enviarle al autoproclamado presidente Juan Guaidó.   La respuesta del entrevistado no solo es clara, sino contundente:   “si el gobierno colombiano quiere ayudar al pueblo venezolano, primero debería preocuparse por ayudar a su propio pueblo, si en verdad tienen tantos alimentos que les sobran como para querer regalárnoslos a nosotros sin que se los pidamos antes deberían dárselos a la gente que no tiene qué comer en algunas zonas con altos índices de miseria en Cúcuta, (por citar tan solo un ejemplo), pero si aun así quieren darnos la tal ‘ayuda humanitaria’ háganlo a través del único y legítimo gobierno elegido democráticamente, de lo contrario cualquier injerencia por medio de otros agentes no autorizados, se verá como una violación a la soberanía venezolana y será tratada como tal”.

 

Ante esta respuesta del vocero venezolano, el equipo de Néstor Morales se lanza como un cardumen de pirañas a “increparlo”, al mejor estilo Vicky Dávila o Claudia Gurisatti, porque eso es lo que en este país, tristemente, se entiende como «buen periodismo».

 

Todo es un bombardeo de ataques, donde ni se dejan escuchar entre sí, hasta que al fin el «papá de los pollitos»  (Morales)  puso la casa en orden y develó —de forma descarada— lo que en realidad estaba sucediendo en ese ejercicio de “buen periodismo”.       — “A ver, a ver, lo que yo quiero que me diga es si ustedes (el actual gobierno venezolano) van a dejar que toneladas enteras de buena comida, destinada a ayudar al pueblo venezolano, se pudran, ¿sí o no?”    preguntó el buen cuñado de Iván Duque.

 

Y como si tal sesgo y escaso intento de objetividad fueran poca cosa, la “periodista” Paola Ochoa remata con la siguiente perla:   “¿se saben el chiste de Dios y los venezolanos?    […]    resulta que cuando Dios estaba creando el mundo dejó caer, mucho petróleo, oro, diamantes, y hasta hierro sobre Venezuela, aparte de toda la belleza natural, y entonces dijo: miércoles, como que se me fue la mano dándole cosas buenas a Venezuela,  ¿cómo equilibro las cosas?   Y entonces la llenó de venezolanos”.

 

Indignado en el asiento trasero del taxi,   no doy crédito a lo que acaban de escuchar mis oídos, cierro los ojos con el ceño fruncido y me pregunto  ¿qué putas?

 

A ver, a mí tampoco me cae bien Maduro, ni su gobierno, pero es cierto que fueron elegidos democráticamente y con veeduría internacional de por medio.    También  es  cierto  que  hay un «boom mediático» en torno a ellos y nos indigna lo que está sucediendo allá en Venezuela, pero no en Sudán, Tayikistán, El Congo, Azerbaiyán, Somalia o Etiopía, solo porque a Estados Unidos no le interesa que nos interese, pues en esos países no hay petróleo y en Venezuela sí … geopolítica que llaman.

 

Pero además lo que dijo el vocero venezolano no es tan insensato como lo quisieron pintar Néstor y su «equipo».

 

—  ¿Por qué en vez de andar tan preocupados por inmiscuir nuestras narices en otros asuntos, mejor no nos ocupamos mejor de los nuestros?

 

—  ¿Será que el asunto de la pobreza extrema ya se encuentra «resuelto» acá en Colombia como para dárnoslas de «mesías» y querer resolver la de otro pueblo?

 

—  ¿Será que el susto que tiene el uribismo frente a la JEP al punto de desaparecer testigos, a diestra y siniestra, sin que nadie diga nada y presionar por medio de todos los mecanismos legales e ilegales para que eso se caiga, no amerita una investigación periodística a profundidad y de calidad?

 

—  ¿Será que en serio es más relevante hablar de telenovelas refritas en un espacio prime del espectro radiofónico y no de todas las pruebas de corrupción y delitos que existen contra el actual fiscal, como las del caso Odebrecht (por citar tan solo un ejemplo y no comenzar a hablar de cianuro)?

 

Abro los ojos.     Me dan nauseas.    Bajo la ventanilla del taxi.   Ya con el aire acariciándome el rostro y salvándome del vómito pienso en la célebre frase de Malcom X que reza:   “Si no estáis prevenidos ante los medios de comunicación os harán amar al opresor y odiar al oprimido”.

 

El taxista me mira por el retrovisor y me dice riéndose:   “bala, bala es lo que hay que darles a Maduro y sus compinches … por mí sí que nos invadan los gringos y que se bajen a ese sapo hijueputa y si de paso nos ayudan acá con esa plaga del ELN,   ¡pues mucho mejor!”.

 

No digo nada, prefiero ignorarlo. Otra frase me llega con el viento que se filtra por la ventana, esta vez de Chomsky:   “La manipulación mediática hace más daño que la bomba atómica, porque destruye los cerebros”.

 

Me bajo del taxi y lo decido:    en adelante cuando me pregunten a qué me dedico, se me llenará la boca respondiendo: Escritor, definitivamente, soy escritor.   Como Truman Capote y Luis Tejada Cano.

 

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PABLO TRIANA BALLESTEROS, comunicador social egresado de la Universidad Externado de Colombia, especialista en pedagogía para la docencia universitaria de la Fundación Universitaria del Area Andina.  Es columnista del portal colombiano Las 2 orillas.

 

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