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¿Será Santos nuestro Obama?

juanmaloPor: Juan Manuel López C

Ya vivimos una época de plena identificación entre nuestro Presidente -Álvaro Uribe- y el Gobernante de Estados Unidos -George W. Bush-. ¿Será que la historia se repite con los actuales mandatarios?

Es un secreto a voces que Obama ha decepcionado a sus electores porque poco de lo que prometió se ha cumplido. Se le critica que ha tenido preponderancia un temperamento transaccional que busca satisfacer a todos, y con ello ha logrado ser la frustración de la mayoría.

Entre nuestros columnistas parece que empieza a suceder algo parecido respecto a nuestro Presidente. La frase que más se repite es que hay mucho de anuncios pero que no se ve que se concreten.

Se podría aplicar esto al campo de la Reforma Política, o la Reforma a la Justicia, o a la Salud o ahora a la Educación, campos todos donde se ha quedado corto el gobierno frente a lo que se esperaba. En cuanto a ‘seguridad democrática’, están decepcionados son quienes sienten que defraudó las políticas de su antecesor al no tenerla como leitmotiv de todas sus decisiones.

Pero probablemente es en las condiciones de vida diaria más que en la orientación del Estado donde más se le ha fallado a la población.

Las nuevas inundaciones son un campo en especial donde esto se destaca. Cuando el país sufrió los peores males hace un año –por la doble causa del terrible invierno y de la desidia del gobierno anterior en cuanto a la prevención de desastres y a adelantar la infraestructura que requería el país-, el recién posesionado mandatario produjo una serie de anuncios y de decisiones que él mismo busco presentarlas como las medidas que permitirían dar tranquilidad a la ciudadanía.

Hoy lo que vemos es que, lejos de haberse dado la más mínima solución, estamos viviendo la repetición de lo anterior pero con el agravante de estar acumulado a lo sufrido antes.

El ‘parte de tranquilidad’ promulgado entonces se convierte ahora en una incertidumbre y un vacío respecto a qué pasó o quién nos rinde cuentas de las supuestas acciones que se iban a adelantar.

El Dr. Alejandro Gaviria destacó en algún momento que la iniciativa gubernamental se había concretado en dividir el manejo del estado en tres presupuestos separados: el de los fondos que manejarán las regalías, el de Planeación Nacional, y el de Colombia Humanitaria. Este último, el que mediante la intervención de la capacidad ejecutiva de los particulares subsanaría las ineficiencias de las instituciones y respondería a las calamidades del invierno, tanto en cuanto a ayuda humanitaria, como a reparar y corregir las fallas de la infraestructura para que no se repitieran las tragedias vividas.

Se puede decir que se protocolizó el modelo de Estado que supone que una buena administración pública puede obtenerse más eficientemente trayendo al sector privado a responsabilizarse de ella, que dejándola en manos de quienes se han formado para y dedicado a ello.

Los resultados parecen decirlo todo: en cuanto a asistencia a las víctimas, por ser el ejemplo difundido por las autoridades, tomo el caso de la población del Sur de Bolívar dónde la respuesta a 1.300 familias que estaban viviendo en cambuches en la carretera desde hace un año, es que se iban a terminar unos refugios transitorios para que durante este año las primeras 130 familias se mudaran a vivir en ellos. Y sobre lo adelantado para impedir las inundaciones o para evitar la parálisis vial no se requiere mayor ilustración.

Lo lamentable de los resultados puede ser explicado por lo poco apropiado del modelo. De ese ‘tercer presupuesto’ entregado a y manejado por la ‘eficiencia’ de la mentalidad privada no se sabe nada. No hay un informe de cuánto es el presupuesto que administran; de cómo o a través de qué clase y que distribución de entidades se debía o debió realizar; ante quién tienen que dar cuentas o qué mecanismos de control existen, tanto sobre los recursos como sobre los programas; qué proyectos se adelantan o en qué etapa pueden ir; etc. Y no es un problema de personas sino de cómo se maneja fuera de la institucionalidad un país; el modelo de ‘privados a cargo del Estado’ viene fallando; y la principal falla está en la falta de seguimiento y de rendición de cuentas sobre sus ejecutorias.

Nos dice el periódico que el Gobierno destinó 2.2 billones para atender las consecuencias del fenómeno de la niña –un anuncio- . Que 900 mil millones los ha destinado Invías a obras que están en ejecución –otro anuncio-; y que Colombia Humanitaria ha repartido –o más correctamente ha manejado- 1.3 billones a través de gobernadores y alcaldes para que atiendan las emergencias –otro anuncio-. Pero en los resultados es menos de muy poco lo que se ve, y nada lo que se muestra de información.

El enfoque y la formación de quien busca la utilidad y el beneficio –sea persona natural o persona jurídica- son contrarios a la de quien se dedica a representar el interés general, puesto que es su contraparte. No basta el deseo o la buena voluntad para que la contribución de quienes eso intentan produzca buenos resultados. Por el contrario, a veces los mecanismos naturales del sector privado son inadmisibles en lo público (un empresario particular que se encuentra con que su proyecto depende de un tercero tendrá la tendencia a vincularlo dándole participación en los resultados; eso como funcionario público es un delito) y eso hace que, por excesos de precaución ante el riesgo que eso implica, o simplemente por incapacidad de adaptarse a ellos, tengan tendencia a empantanarse en un laberinto de leyes y burocracias ante el cual no saben cómo sacar las cosas adelante.

El presidente no dice nada ni se pronuncia para nada al respecto. Se puede decir que sigue iniciando su periodo cuando, después de año y medio de haber salido elegido, promulga 87 decretos y modifica o crea 184 instituciones para reestructurar todo el funcionamiento del Estado, aunque sin cambiar en nada su orientación. Nada predice y menos garantiza que estos cambios van a subsanar los problemas vividos; solo vamos a arrancar de cero como si la culpa de los males fueran los administradores o la conformación de las entidades anteriores: la solución de salir del sofá.

Bonita la declaración, según la cual no aspira a una reelección sino a que en este periodo se cumplan los objetivos que se fijó para los cuatro años. (Eso por supuesto lo desearía todo el país, no solo Vargas Lleras). Pero, dado que cuando solo faltan dos y medio para la próxima elección poco se ha visto en ese sentido (diferente de la enumeración de esos objetivos), el mensaje puede ser el contrario, o sea, que va a requerir la prolongación del mandato.

El paralelo de Uribe con Bush se manifiesta en que han sido los gobiernos más dañinos y cuestionados tanto internamente como desde el exterior. Aunque Santos no subió como Obama -como castigo a su antecesor-, sí logró grandes puntos de aprobación en su política inicial de distanciarse de él. La coincidencia con Obama por ahora se reduce a un presidente que anuncia más de lo que concreta; que olvida el contenido del mandato recibido; a un mandatario que cambia sus proyectos al vaivén de los acontecimientos; que empieza a ser cuestionado por eso por los medios y la opinión pública.

Da la impresión de que los Colombianos comienzan a sentirse respecto a Santos como los Americanos con Obama.

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