Inicio Amylkar Acosta Veinte años de un ejemplo -Nelson Mandela-

Veinte años de un ejemplo -Nelson Mandela-

juanmaloPor: Juan Manuel López C

En estos días festeja Suráfrica -y aún más que ella, el mundo- el veinteavo aniversario del fin del Apartheid, ese régimen político que institucionalizó el racismo en esa Nación.
El contraste con lo que ha vivido nuestro país en estos tiempos es tan grande que basta con enumerar lo que caracterizó a Nelson Mandela y su vida para lamentarnos de la falta de figuras como él entre nosotros.

Ante todo su propósito de vida al servicio de una causa esencialmente altruista, consistente en buscar mejorar la vida de sus conciudadanos, la de todos pero en particular los que en esa tierra eran los oprimidos y excluidos. No fue su motivación el éxito personal, o la ambición de poder, o el deseo de controlar el destino de otras personas, sino el crear un orden más justo, más acorde a unos valores universalmente reconocidos como más altos, un cambio de un sistema jurídico y político que reflejaba y se basaba en la injusticia y la falta de equidad entre pobladores de una misma patria. Tuvo el valor y la inteligencia de renunciar a la vía armada –en la cual se inició- y siguiendo la doctrina de Ghandi tomar la alternativa de la resistencia y oposición pacífica contra esa situación.

Admirable el nivel de compromiso, en el cual los 27 años pasados en prisión son vistos, no solo a posteriori sino durante el momento en que se vivieron, como parte de la construcción de un proyecto y no como una dificultad en el camino; parte del precio a pagar, y no un costo que sería mejor evitar. De la misma manera es superada la incomprensión de parte de quienes lo acompañaron en su campaña, entre ellos allegados como su secretaria, su esposa y hasta su hija- que no entendían que la lucha no se había dado para vencer un adversario sino para entenderse con él.

Interesante el que la dimensión política de esa lucha estuvo siempre por fuera y por encima de los debates sobre economía, sobre modelos o sistemas de mercado o estatistas, de los procesos que en ese momento se definían en el mundo alrededor de la implantación del neoliberalismo y el Consenso de Washington, y se concentró más en el objetivo de la convivencia ciudadana que en el desarrollo económico.

A destacar también que, a pesar de ser un tema mundial en el que el resto del planeta se pronunció, al punto de producir sanciones y prácticamente aislar a ese país, la solución que buscó fue interna, sin intervención ni padrinazgos internacionales o de otras naciones.

Más que quienes han pactado la paz después de una guerra –puesto que toda guerra termina así- o más que los nobel otorgados a quienes desde sus posiciones intelectuales pueden contribuir o ofrecer contribuir a mejorar el mundo –como Obama o Al Gore-, Mandela está entre quienes mejor simbolizan lo que se desearía de los premios nobel de paz. Pocos individuos tiene capacidad para vivir en función de un solo noble proyecto y después de lograrlo tener la coherencia de respaldarlo renunciando a la tentación de identificarlo consigo mismo, y eso a pesar de las oportunidades que tenía por el respaldo que tenía su reelección.

Pero para negociar la convivencia entre bandos opuestos se requiere la voluntad de ambas dirigencias. Justo es destacar Mandela no acabó solo con el apartheid sino en conjunto con de Klerk, un interlocutor noble e inteligente que permitió ese resultado –y que por eso compartió con él el Nobel de paz-.

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