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Traición a la paz

Sample ImagePor: Horacio Serpa Uribe

Piedad Córdoba es el símbolo de la libertad. De la tenacidad y el coraje de una mujer que ha superado todos los obstáculos, incluso los del propio Estado, para rescatar de las manos de las Farc a un grupo de soldados, policías y dirigentes políticos, a quienes la selva se había tragado, a muchos desde hacía más de una década, ante la inacción de quienes han tenido las llaves para liberarlos.

Para ella no hay tareas imposibles. Y para lograr su hazaña de defender la causa de la paz en tiempos de guerra e intolerancia con quienes se atrevieran a promoverla, ha tenido que enfrentarse, unas veces sola, otras con alguna compañía,  siempre aguerrida y optimista, a una jauría de enemigos que la han acusado de todo: guerrillera, lesbiana, apatrida, amante de Chávez.

Ella ignora esos agravios. No se rinde. No claudica. Nunca lo hará. Por el contrario, ha sacado fuerzas de no sé sabe dónde, para enfrentarse a los monstruos políticos y mediáticos que han querido engullirse su honor y su gloria promoviendo todo tipo de linchamientos para sacarla de su camino. Ella, piadosa, altruista, guerrera de la luz, ha insistido con éxito en seguir cargando a cuestas la cruz que se impuso, recibiendo los latigazos de quienes quieren crucificarla, verla humillada, muerta, deshonrada, olvidada.

Piedad debería llamarse paz. Porque esa es su misión en la vida. Es su apostolado vital. Y lo ha asumido sin pedirle permiso a nadie, ni a los poderosos, ni a los militaristas, y mucho menos a quienes se solazan  hablando de guerra total pero son incapaces de enviar a sus hijos o hijas a la guerra  empuñando los fusiles del Estado. Extremistas de escritorio, fascistas agazapados, que quieren un país incendiado.

El último atentado contra Piedad viene de quienes no han apagado el mágico computador de Raúl Reyes, que funciona aún bombardeado y sigue emitiendo miles de correos electrónicos que comprometen a medio mundo con las Farc. A cualquiera que en el DAS consideren enemigo del Estado, y ya sabemos quienes son, aparece ahí. Como si fuera un directorio telefónico hecho a la medida de las necesidades del régimen. La información de hace un par de semanas señala que desde el DAS se buscó comprometer a Piedad con las FARC. Por lo que se ve, la funesta manipulación produjo “satisfactorios resultados”.

A Piedad se le acusa hoy de traición a la patria. La quieren silenciar, llevarla a la cárcel, para que los secuestrados se pudran definitivamente en la selva. Para que quienes creemos en el acuerdo humanitario y en que se busque solución adecuada al conflicto armado interno sepamos a qué atenernos.

Piedad no merece un juicio, sino el premio Nóbel de la Paz. Ella es una figura notable, querida y odiada como los grandes líderes. Su lucha por la libertad es motivo justo para defenderla y permitirle que trabaje sin que la chucen, la desprestigien, la destruyan. No hacerlo es una traición a la paz.

Bucaramanga, 28 de Abril, 2010

 

 

 

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