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El lado no visto de las elecciones

Sample ImagePor: Juan Manuel Lopez C.

En estas elecciones hay varios fenómenos significativos más interesantes y que ameritan  más análisis que las cuentas de cómo quedaron las curules y los escándalos montados alrededor del conteo de la registraduría (con los que se ha distraído la atención de la población).        
La compra de votos fue más descarada y mayor que nunca. La Misión de la OEA registró como subían de precio de 20.00 hasta 140.000 casi en subasta pública, y se dieron episodios como el del asalto a quienes llevaban el dinero para pagar los votos en Barranquilla o la asonada por no repartir 70 mercados prometidos en Sincelejo.

Las modalidades y cantidades de fraude o irregularidades además de superar cualquier proporción anterior tienden casi a lo caricaturesco: el voto de las negritudes se multiplicó por 30 (¡!) para caer las curules en candidatos de la Gata y Juan Carlos Martínez, ambos en la cárcel (sería interesante ver cuantos de esos votos fueron depositados por ciudadanos afro descendientes); en el Chocó aparecieron mesas con el total de la población votando y todas por el mismo candidato (de la ‘U’); en los formularios E-14 del conteo preliminar se registran hasta dos veces más votos de los que aparecen físicamente en las urnas. Y aunque es obvio el exceso en los topes nada ha hecho el  ‘periodismo investigativo’.

Votaron 13.1 millones, es decir 2.7 millones más que la vez anterior. Pero como el censo electoral subió en 3.8 millones de votantes potenciales la verdad es que la abstención se repitió. Y si se tiene en cuenta que la votación en Sucre y en el Valle se incrementó en más de 400.000 votos o sea más del 40% (es dónde están los electorados del PIN y está la demanda de revisión), el conjunto del resto del país disminuyó la presencia en las urnas. Como además se multiplicó el voto nulo y el voto en blanco (casi llegan a dos millones), la realidad es que el voto efectivo, es decir el que escogió a los elegidos, es sensiblemente inferior a comicios anteriores, y hasta cierto punto así lo es la representatividad que se deriva.

Del Parlamento Andino no se sabe ni siquiera que reglas se deben aplicar en vista de que el voto en blanco superó cualquier expectativa; como no fue promovido por nadie, ni se explicó cómo pesaría en el resultado, es el voto protesta más auténtico y más espontáneo concebible (¿contra la forma que se presentó al elector, o contra la calidad de los candidatos?).

Por supuesto la mínima atención al ‘voto caribe’ es casi una afrenta a la región, al igual que una señal de lo poco que se entiende que la Constitución contempla la reforma al ordenamiento territorial que nunca se ha presentado.

Pero es que a los comentaristas les interesan más las ‘primicias’ que ilustrar a la opinión pública. Por eso, cometen pifias como en los primeros informes asumir que el porcentaje de  la votación daba el número de curules en el Senado (porque se eligen 100 Senadores) y no tomaban en cuenta lo que correspondía a votos nulos y en blanco; o ahora ni siquiera mencionan el posible efecto de la cifra repartidora, que, aún si en participación por grupos es poco lo que cambiará, sí producirá casos que pueden ser sorpresas (recuérdese en Bogotá el lustrabotas que desplazó votaciones hasta 4 veces mayores).

 

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