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El oportunismo y la incoherencia de Sergio Fajardo y Claudia López

Las posturas de Sergio Fajardo, Claudia López y otros líderes políticos que cambian según el viento no solo siembran desconfianza, sino que también debilitan el tejido social en un momento en el que el país necesita unidad para superar décadas de conflicto.

El oportunismo y la incoherencia de Sergio Fajardo y Claudia López

Sergio Fajardo había sido una figura destacada en la política colombiana, conocido por su aparente postura centrista y su supuesto rechazo a los extremos ideológicos.

Sin embargo, su comportamiento como crítico del gobierno de Gustavo Petro ha desatado una oleada de cuestionamientos sobre la consistencia de su discurso.

Su silencio frente a los incumplimientos del gobierno de Iván Duque y su actual dureza hacia la administración de Petro han puesto en evidencia lo que muchos interpretan como una posición oportunista, más cercana al cálculo político que a un compromiso real con los problemas del país.

¿Qué paso con Iván Duque?

Durante el mandato de Iván Duque, Colombia enfrentó una serie de promesas incumplidas, desde el estancamiento en la implementación del Acuerdo de Paz con las FARC hasta la falta de resultados concretos en temas como la educación, la salud y el empleo.

A pesar de ello, Fajardo mantuvo un perfil bajo, argumentando que una crítica abierta contribuiría a la polarización del país.

Sin embargo, este silencio fue visto por muchos como una actitud cómplice y permisiva frente a un gobierno que dejaba grandes desafíos sin resolver. Su aparente inacción contrastaba con las exigencias de quienes buscaban una oposición sólida frente a un modelo de gobernanza cuestionable.

¿Qué pasa ahora con Gustavo Petro?

En contraste, el gobierno de Gustavo Petro ha asumido un desafío de proporciones gigantescas: la búsqueda de la paz total.

Esta iniciativa implica no solo retomar los compromisos con el proceso de paz firmado en 2016, sino también enfrentar al Ejército de Liberación Nacional (ELN), una organización que opera en un contexto de degradación extrema.

El ELN no solo lleva a cabo acciones armadas, sino que también ha diversificado su accionar a través de redes de narcotráfico y otras actividades ilícitas, lo que complica enormemente cualquier intento de diálogo.

Lograr la paz con el ELN no es simplemente una cuestión de voluntad política, sino un proceso que exige un entendimiento profundo de las dinámicas del conflicto y una gran capacidad de maniobra frente a obstáculos estructurales.

Lo contradictorio de Fajardo y Claudia López  

En este contexto, resulta paradójico que figuras como Fajardo, que antes defendían la moderación y la mesura, ahora adopten una postura implacable contra un gobierno que ha mostrado un compromiso genuino con la reconciliación.

Su crítica parece ignorar los enormes esfuerzos que requiere la construcción de paz en un país fragmentado y lleno de heridas históricas.

Más preocupante aún es que esta postura no es exclusiva de Fajardo; otros actores políticos, como Claudia López, también han adoptado posiciones cambiantes y, en ocasiones, contradictorias frente a temas cruciales para el país.

Lo que en otro momento se percibió como tibieza ahora parece transformarse en una postura beligerante que obstaculiza los esfuerzos por avanzar hacia la paz.

Este cambio no solo refleja una falta de coherencia, sino que también pone de manifiesto un uso estratégico del discurso según las conveniencias del momento.

Cuando el gobierno de Petro busca abrir puertas al diálogo y enfrentar los desafíos estructurales del conflicto armado, sus opositores han optado por una narrativa que potencia la guerra, apelando al miedo y al escepticismo.

Falta de responsabilidad y coherencia

El caso de Fajardo ilustra cómo algunos sectores políticos prefieren eludir las responsabilidades históricas del país para concentrarse en atacar a quienes intentan confrontarlas de frente.

Esta actitud no solo mina los avances hacia la paz, sino que también alimenta una polarización que se supone intentaban evitar. En lugar de contribuir a un debate constructivo, se han convertido en factores de desestabilización que dificultan la construcción de consensos en temas esenciales para Colombia.

La crítica es, sin duda, una herramienta fundamental en democracia, pero debe ser ejercida con responsabilidad y coherencia.

Las posturas de Sergio Fajardo, Claudia López  y otros líderes políticos que cambian según el viento no solo siembran desconfianza, sino que también debilitan el tejido social en un momento en el que el país necesita unidad para superar décadas de conflicto.

La paz no es una tarea fácil ni inmediata, y exige un compromiso decidido de todos los sectores de la sociedad, incluidos aquellos que han optado por ser críticos sin ofrecer soluciones claras.

Figuras como Sergio Fajardo y Claudia López tienen la oportunidad de redirigir su influencia hacia la construcción de un diálogo más inclusivo y productivo. Sin embargo, esto requiere dejar de lado los cálculos políticos a corto plazo y asumir una posición clara frente a los desafíos históricos de Colombia.

Solo así podrán ser verdaderos actores de cambio en lugar de perpetuar las dinámicas de división y estancamiento.


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