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El techo de cristal – Por: María Antonia Pardo

Mucho por relatar sobre el techo de cristal. Pero ojalá nos vayamos todos a dormir con esta idea en la cabeza: no tenemos por qué ponérsela más dura a una persona solo porque tiene vagina entre las piernas. No vale.

El techo de cristal – Por: María Antonia Pardo

¿Nos toca ser berracas, luchonas y guerreras? ¿Para todo el género femenino aplica la frase «Dios le da las más difíciles pruebas a sus mejores guerreros»?

¿Quién nace mujer arranca una batalla desde la primera bocanada de aire? ¿Muy exageradas si decimos eso, muy «feminazis»?

Nos guste o no, lo aceptemos o no, las niñas arrancan su vida en clara desventaja frente a los niños, y desde allí, desde la cuna, inicia la lucha cuesta arriba.

Y si aparte de niñas son también pobres, la loma se torna más empinada. Y si encima son negras, mucho más empinada.

Y si luego, al ir creciendo, descubren que para completar el panorama son lesbianas o que hacen parte de la comunidad LGTBQ+, ya no hablamos de una cuesta, sino del Niágara en bicicleta.  Es duro nacer mujer.

¿Alguna aquí desearía tenerla más fácil? Yo admito que sí.

Tengo 45 años y aún hoy día, ya toda una mujer hecha y derecha y en pleno siglo XXI, me piden que oculte quién soy o que cierre el pico o que no sea cansona, histérica o intensa o que viva a la sombra de alguien o que aparente ser bruta para no hacer sentir brutos a los demás.

Aún hoy pretenden lograr que me avergüence por mi cuerpo, por mi baja estatura o por mis ojos de dos colores. Todo el tiempo en una lucha constante por hacer que respeten mi voz, la misma que me ha costado años construir y defender. No hay día en que alguien no quiera silenciarme

La violencia contra las mujeres periodistas o «influencers» en redes sociales es enorme. Molesta que hablemos duro y sin pelos en la lengua. Ganar credibilidad en este escenario nos cuesta diez veces más.

Y cuidadito decimos palabrotas como varios de los influencers hombres (en ellos eso sí está bien visto), o perderíamos profesionalismo y por allí derecho nuestra credibilidad al desagüe. ¡Qué va, pirobos!

Cada mujer desde su profesión, en su propio campo de acción y desde sus experiencias propias, tendrá historias similares que contar.

Mucho por relatar sobre el techo de cristal. Pero ojalá nos vayamos todos a dormir con esta idea en la cabeza: no tenemos por qué ponérsela más dura a una persona solo porque tiene vagina entre las piernas. No vale.


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